lunes, 28 de marzo de 2016

Un orgasmo lunar.

  Miré al cielo y, ahí estaba ella, rodeada por un velo blanco y nada más, dejando a la imaginación todas esas pasiones sucediendo en el mundo o, por suceder. Dejé que mi mirar se impregnara de sus curvas tan ceñidas que volvían a encontrarse para ser una, nada más que ella, su hermosa esfericidad. Me imaginé preparándole el desayuno y llevándoselo a la cama en la víspera de su despertar, pero ella no es de esas con necesidades tan triviales como respirar; ella existe porque sí y nada más, si necesitase otra razón para que exista, donde siempre ha estado, no sería merecedor de su presencia, tendría que mudarme a sitios subterráneos sin vista a su morada, la tortura sería vivir sabiendo acerca del esplendor de su belleza sin derecho a poder verla. 

  Me gastaría la vida tratando de hacerla feliz, porque es de las pocas «damas» que pueden hacerte compañía sin necesidad de comunicarse, ni siquiera es necesario entenderse, tan sólo es agradable tener a ese «algo» que nunca te abandonará, con el que siempre podrás contar, aunque ése algo deba dar la vuelta al mundo o yo a él, o ambos al mismo tiempo, pero siempre con la osadía de encontrarnos, sin perdernos, aunque, de vez en cuando, las nubes nos estorbe, sin embargo, siempre estará ahí, sin necesidad de verla directamente, sé que siempre estará acechando nuestras miradas, tratando de regalar parte de su alma, sin conseguirlo mucho.  

  Yo, como hombre desesperado, traté de acercarme a ella con las torpes intenciones de llevármela a la cama. Dejé a unas nueve cuadras sin electricidad, fue tan fácil como quitarle un dulce a un abogado. Sí, lo sé, no fue nada fácil, pero no porque algo sea difícil debe ser imposible, tan sólo por eso no dejaría de intentarlo. De por sí, desde el comienzo, era un amor imposible, pero si ella osa posarse cada noche en mi ventana, me hace comprender que también desea intentar esto tan «imposible».  

  Luego de dejar a múltiples familias a darse conocer por la falta de electricidad en su tecnología, emprendí mi plan para llevar a la cama a mi diosa de la desesperación; y digo desesperación porque no sé cómo nombrarla ya que no es más que un amor acumulado, por años, y si fuese un vino o algún queso, no dudo que más de una estaría esperando por mi amor, pero como las cosas no funcionan así, debo apaciguar estas ganas de hacerle el amor a la mujer que deseo con demasía. 

  Cerré la puerta con llave y encendí algunas velas entre rojas y blancas, las esparcí por el suelo, por las encimeras y, aunque sabía que a la cama no le hacía falta calor, acerqué las velas más pequeñas a nuestro futuro lecho de amor para protegerlas del frío. Sutilmente, tomé un puñado de pétalos recién extraídos, no sólo había pétalos de rosas rojas como de costumbre, los pétalos de rosas blancas hicieron su entrada coloreando lo que iba a ser el paso de mi amada. Tracé un sendero desde la ventana hasta la cama, para que sus pies no pisaran más que aquellas rosas que murieron por el amor que le tengo. Soy capaz de asesinar una pequeña parte de la flora por ella; lo sé, soy un asesino, pero lo que he hecho… lo he hecho por amor. 

  Pasaron las horas esperándola. Su llegada era mi más codiciado deseo, excluyendo la parte donde deseo su cuerpo más que a nada y, si han de llamarme egoísta o machista tan sólo por amar su cuerpo, que lo digan, esas no son más que palabras inertes, mientras que yo tengo este sentimiento que sólo ella puede provocarme. Cuando llegaron los primero rayos de luz, entendí que no vendría, que hice todo esto por ella y ni siquiera se presentó, sin embargo, en vez de odiarla, la deseaba más. 

  Ese día fue mi primer fallido intento de llevarla a la cama como se le haría a una mujer normal, ya que ella es de otro mundo. La idea de robarle un beso, aunque no era descabellada, pocos afortunados podrían hacerlo y arriesgan mucho para ello. Por eso, y por más, desde hoy, la declaro oficialmente la mujer perfecta, mi amor imposible, mi deseo inigualable, tan sólo un beso de ella puede llevarme a la muerte, pero, si eso me lleva a vivir un poco más, no lamentaría nada, porque hice todo por amarla y ella hizo todo para que no viviese después de darle tanto amor, porque la mujer ideal es esa que logra repararte el corazón mientras te lo destruye.