jueves, 14 de julio de 2016

Un techo estrellado por una sonrisa inolvidable.

Empecé a creer que no estaba solo, comencé a sentirlo. Deseaba este momento con desespero, escribiré más, lo presiento. Como me encanta su sonrisa, y más que eso, la manera en que se ríe; tan natural, sublime. Imaginé que esto sería más trágico, menos intenso, más palabras que sentimientos y lágrimas, muchas lágrimas. Entraste por la puerta principal, no advertiste tu llegada, ni yo la rapidez con que abriría la puerta; hubiese abierto la ventana si fuese necesario, sin embargo, tengo las llaves de la casa, puedo dejar entrar a quien quiera… y si deseo a esa persona con toda mi alma, rompería hasta la puerta, sé que esa persona me ayudará a recomponerla o al menos reiremos mientras yo lo hago. Tú, tú, tan sólo tú, ¿Por qué tú? y, ¿Por qué yo?, supongo que todos sabemos el porqué, quizá porque no hay de otra o porque hay de muchas, lo importante es saber «por quién», y no el porqué. Sólo soy otro que intenta pensar, y piensa demás, sin concretar, sintiendo mucho, queriendo demás, obviando poco y lastimándose demasiado, en un futuro quizá logre comprender el porqué de mis extravagantes acciones. Por hoy me concentraré en lo importante, hacerla feliz, porque mi felicidad depende de ello. No hay nada mejor que ver el destello de su sonrisa, la que de a poco te absorbe… la que hipnotiza tus sentidos, la que calma tus dolores y la que te regala lo más valioso que tiene, su tiempo, porque quizá, no me quede poco. Qué maravilloso es esperar las buenas cosas y su realización oportuna, pero más que eso, es ser quien les otorgue vida. 

Dibujaré en el techo estrellas, y tu nombre estará en una de ellas, en una pequeña, la más lejana, que casi no se pueda percibir, invisible para cualquiera, pero no para mí, yo sabré que estarás ahí, conmigo… te buscaré todas las noches y, cuando me despierte recordaré que estás aquí, a mí lado, y, una vez más haré algo contigo, tatuaré tu nombre en mi corazón, con la tinta del amor, para aquellos días en el que no quiera saber de nadie y me esconda en él, en lo más profundo, en el punto más recóndito, sé que en algún momento tendré que abrir los ojos y recordar, y ver y, sentir… que estás aquí, conmigo.

Aún no me he ido y ya siento extrañarte. Dejaré velas encendidas para que veas el camino que tomaré, confía en mí, no te perderás, al final de las velas estaré. Llevaré parte de tu vida en la mía, cuando me golpee en el dedo pequeño del pié lo sentirás, y sí, también tendré mucho amor para mandarte, no lo gastaré en tonterías, seguro que a ti te viene mejor, lo mereces más que yo, porque yo, te tendré a ti, en mi mente.

Si tú eres feliz, yo lo estaré, como lo expresé anteriormente. Aunque deje de importarte mi existencia, sé que algún día te olvidarás de mí, sin embargo, aunque parezca una estupidez contradecirme, nunca te olvidarás del calor de mi último abrazo, de mi último beso… de mi último adiós. Y yo, nunca me olvidaré de tu sonrisa, porque no hay ninguna otra parecida a ella, así como pasa con las estrellas, nunca brillarán de igual manera… porque sé cómo brillas y te confieso, aquí, susurrándote al oído: «nadie me ha iluminado la vida como lo has hecho tú».



miércoles, 6 de julio de 2016

La impaciente antorcha y su portador despreocupado.

Y corrí, nunca lo había hecho de una manera tan desesperada. No volteé a revisar si alguien me seguía, no quise mirar… porque sentía que ibas a estar ahí, y ya no te quiero ver más, por mucho que te quiera, has dejado de ser «esa» persona en mi vida, como yo he dejado de ser la tuya. Siempre me preguntaré si: ¿Nos rendimos o, simplemente queríamos que el otro hiciera todo el trabajo?, pero ya no importa, porque he aprendido a vivir contigo en mis sueños, a levantarme con el latir de mi corazón agitado, queriendo salir, con el alma hecha pedazos, como las partes de un jarrón roto que aventaron de un sexto piso. “Con el tiempo sanan las heridas”, dicen muchos, pero la verdad, eso depende de las personas que te encuentres en ese «tiempo». Sí, he tenido suerte, unas veces más que otras, sin embargo, me siento con suerte. He sido uno de los afortunados que han recibido el dolor más grande del mundo y ha sobrevivido. El amor es un arma de doble filo, o quizá no lo sea y, tan sólo sea amor. Una palabra que a donde vayas la conocen por alegrarle el corazón a muchos y destrozárselos a todos, yo tan sólo me estoy limitando a maravillarme por lo que puede hacer y no por aquellas otras cosas que hacen con él. 

Desaté esta ventisca ardiente dentro de mí para que se congelara una vez más, esperando aquella antorcha que merece ser encendida por este fuego que me quema dentro y está congelado, esperando por su cálida llegada.


Tras esta lluvia.

Amor mío:
                ¿Cómo estará usted sintiendo esta lluvia? No hablo de si siente que es mucha, que cae muy rápido o si se siente temeroso por los relámpagos, ni si le molesta porque no lo deja salir. Me refiero a si la siente tan sola como yo, tan melancólica, tan fría, tan húmeda, tan vacía y tan carente de sentido, como la encuentro yo.

                ¿Habrá sido una de estas lluvias que lo hizo pensar, ha sido ella que le ha dicho que me deje de amar? Quizá fue un día soleado, en el que se levantó y se dio cuenta que ya no. No tengo el poder para saberlo, pero de algo estoy segura; usted se ha ido para siempre y no me llevó consigo, no, no físicamente la verdad, usted tenía todo de mí, mi alma, mi amor, mi preocupación, mi entrega, mi deseo y mi paz.

                Ahora he quedado seca, nada sobró, nada se escondió en un cajón para evitar que usted se lo llevara, estaba tan completamente entregada, que cuando se fue, quedó todo ahí. Y pensaba que bromeaba cuando le decía que se llevaría mi ser. Aprenda a escuchar, cielo mío, porque cuando digo algo, lo mínimo que tengo es la razón.

                Siempre supe lo peligroso que era este asunto, pero cariño mío ¿De eso no se trata el amor? De dejar el arma homicida en manos de la persona que ni la necesita, porque una sola frase suya basta para dejarte caer desplomada al piso. “Ya no siento lo mismo por ti, lo siento por no decirlo antes”. Esta lluvia no se compara en nada a la tormenta que dentro de mí se desató al final de esa frase. “Hay alguien más” Truenos, y relámpagos sonaron en mi estómago e internamente lloré océanos, no sabía que más hacer.

                ¡Pero, por un demonio! ¿Qué rayos puedo hacer cuando usted siente todo lo contrario a lo que yo siento? Cuando yo sí lo amo a morir y no estaba dispuesta a dejar lo mejor que tenía. Que molesto, que molesto es usarte a ti misma para reparar a alguien y que no te deje terminar, se vaya, pero se lleve tus piezas. Que desgracia, que desgracia fue darle lo mejor de mí y que usted no lo encontrase suficiente. Encontrarse que es más de lo que puede manejar, y rendirse tan fácil.

                ¿Qué hay mejor para una depresión, que un buen cigarro y la melancolía de la lluvia? El cielo se enteró de todo y quiso combinar conmigo, muy amable de su parte. Me pregunto si está usted viendo al cielo, melancólico como yo; si está vestido de negro para que combinara con su alma y su amargura. Aunque lo dudo mucho, la tristeza fue siempre más lo mío que suyo.