lunes, 27 de abril de 2015

El comienzo de algo inacabable.

Soy un bastardo, siempre llevo la frente en alto, a pesar de lo que digan, nunca me ha afectado las palabras que no conllevan ningún sentido o sentimiento. Me levanto nuevamente a estas horas ¿de qué hablo? Si ni siquiera sé en que día estoy viviendo, por desgracia, sigo vivo. ¡Viviré! Hasta que la vida me quite el suplemento necesario para estar de pie, no rogaré por mi vida ¡jamás! No hay valor alguno en ella, pueden tomarla cuando quieran y donde sea, tan solo espero que mi cuerpo no sufra demasiado.

Creo que me preocupo mucho, bueno... ¿Quién rayos sabe cuando va a morir? Ni el propio dios sabe el día de su muerte. ¿¡Pero que rayos estoy diciendo!? Según estos guardias, él es lo único que me queda. No sé donde esta mi familia, mi padre Ricardo y mi amada madre Andalucía, sin contar a mis hermanos; oh gracias por acogerme en sus brazos cuando no tenía nada. Pero ¡Dios! ¿Por qué me tuvo que pasar esto a mi? Quisiera que todo estuviera cómo antes, el cielo azul y el sonar de aquellas olas celestes que rugían cómo leones hambrientos, y yo sentado en aquella arena blanca junto con las personas que suelo contar a diario, tratando de ayudarlas y aprender más de ellas.

Yo sólo quería encontrarla, quizá me deje llevar por la emoción de una vida de aventuras a través de este mundo tan vasto y pequeño. Pronto se acabarían los tronos por culpa de tantos reyes autoproclamados; y yo aquí encerrado sin poder derrocarlos. Sí, eso es lo que soy, un valiente mata reyes. Bueno, fui tan valiente que en mi primera misión, caí en las manos de mi primera víctima; creo que ya ha pasado dos semanas desde la ultima vez que vi el sol y cinco días de mi ultima comida, puré de papas con un exquisito aderezo de tierra y heno. Quisiera quejarme, pero el departamento de quejas aún no abre desde que llegué... Me tratan con la gentileza de un condenado a muerte. Pero ya verán, o no... La idea es escaparme sin que me vean. Mientras, sigo pensando la manera en que lo conseguiré. Quizás tenga que matar uno o a todos los guardias que me vigilan, clavarle el cuchillo al que está en la izquierda y romperle la garganta al de la derecha y pum,  pam... Chsk, ¿a quien quiero engañar? Soy un inútil campesino, que quiere arremeter contra las absurdas leyes de este reinado tan avaricioso. Me atraparon con un cartel oponiéndome al rey, pero sus guardias rápidamente me encerraron aquí, desnutriendome cada día. Iré a dormir sin razón una vez más, cerraré los ojos y no me acordaré de nada has.... —Cayó dormido una vez más, después de levantarse cada mañana iba directo a la zona de torturas y no por gusto.—

Hoy fue un gran día, como no he gritado mientras me torturaban, me regalaron doble ración de comida; lo que menos sospechaba se haría realidad, se confirmó cuando he de expulsar hasta mis intestinos dentro del váter, o lo que sea que fuera con forma de ello. Sí, ya lo sabía, era muy bueno para ser cierto, mi inocencia y hambruna me hicieron caer en esta trampa tan tonta y absurda, aunque funcionó su plan. Esto no es mal de morir, pronto vendrá el guardia para ir a darme un gran "baño"; ser azotado con el agua !no debería llamarse así! pero es lo que tengo por ser tan estúpido ¿no? Sacaré el máximo provecho de esta situación y bromearé un poco con el guardia ¡Hahahahaha! será estupendo ver su expresión al pisar lo único que tengo dentro de estas cuatro paredes... si, estoy hablando de mi excremento ¡Hahahahaha! será la mejor broma que he hecho en mi vida! o eso creo, quizá haga una mejor si no muero por su irá hoy, por supuesto. Tomaré esto de aquí, lo colocaré por acá, un poco más y así debería ser suficiente; pensándolo bien, soy todo un artista ¡Pero que pedazo de belleza! parece el monte del olimpo en versión marrón, apestosa y tiene moscas en vez de dioses todopoderosos... blah blah, blaah.


Ojos Grisáceos, [Capitulo XI]

----Capitulo XI “Un muerto entre las estrellas”----


Cuando se combina la desesperación de lo incierto con un automóvil de potencia superior, se obtiene el estruendo de una bestia rasgando las calles a toda prisa, sin importar consecuencias. Duke no debía por ningún motivo o razón, omitiendo todo, hasta los pensamientos más insanos que han de pasar por la mente; todo esto únicamente para lograr una tarea... El objetivo de su vida. pero mientras más kilómetros recorría, los llamados de emergencia se acumulaban cada cierto minuto. Joshua no provocaba esto, pero Jazmín en su afán de tocar completamente el cuerpo de Joshua, una, otra y otra vez, presionaba cada dos por tres el interruptor sin saber de su existencia. Duke mantenía mucha preocupación dentro de él, e intentaba realizar una llamada al celular de Joshua; algo que claramente debió hacer desde el principio, pero dadas sus experiencias en situaciones similares, le daba a entender o a reconocer que en esos momentos Joshua nunca respondería. Intento disipar sus dudas y centrarse, cogió su teléfono con la mano izquierda y presionó en los números del marcado rápido y llamó… Pasaba cada segundo como gotas en el fregadero, y el sonido era intenso, como en esos momentos de decisiones críticas; pasaron treinta segundos una vez más, la séptima vez que marcaba y no contestaba el teléfono. Lo peor es que seguía funcional el teléfono, pero no sabía si Joshua también estaba completamente funcional.

Su preocupación y angustia subieron a un límite que rara vez conseguía, ocasionando que Duke se dirigiera directamente a donde estaba su preciado primo; obviando la parada en el refugio que había programado momentos antes. Revisó el GPS, le faltaba menos de diez minutos para llegar, trató de pisar más a fondo el pedal, pero no pudo; el automóvil estaba en su límite. Este pasaba por las calles como su dueño proclamado, porque antes de entrar a la ciudad encendió un dispositivo inhibidor de cámaras y radares de tránsito. Pasando como un fantasma por las calles, a pesar del ruido del motor de su coche expandiéndose por toda las calles por donde pasó y la velocidad que obtenía en esa carretera, hacía verlo cómo un coche bestial.

A Duke junto con su perro Max, les faltaba poco para su gran llegada, mientras que Joshua, Sarah y Jazmín se encontraban en la disputa por quién protagonizaría la escena; una familia de la cual no tienen nada en relación con ninguno de ellos, permanecían a la luz de la luna con un telescopio a la mitad del parque sobre una pequeña colina rodeada por árboles. Se podía apreciar un cartel donde colocaba “Área astronómica” presuntamente para aquellas personas cuyo pasatiempo o vida dependiera de estar observando de un telescopio hacia el espacio exterior, hermoso y misterioso, últimamente, cómo pocas personas.

Era una noche pacifica para aquellos que rodeaban la zona pública que buscaban espiar a las estrellas. Aunque sólo se encontraba una familia, un tanto peculiar, bueno... ¿Qué familia no lo es? Marido y mujer desde hace más de diecinueve años, se conocieron a los dieciocho y su relación no tuvo lugar hasta que llegaron a los veinte. Por años trataron de concebir un bebe, pero por problemas de fertilidad no podían. Costearse el lujo de la inseminación artificial era casi imposible en su situación económica; así fue cómo decidieron adoptar a uno recién nacido llenando de alegría ese hogar que por años sentían vacíos. Pero al paso de unos años después, quizás cinco o seis, luego de dos botellas de vino y un trago de escocés, Felicia, la esposa de Naldo quedó embarazada de una niña a quien llamarían Esthella; en esa noche fría, ella tenía unas nueve primaveras y Mathias quince inviernos. La felicidad desbordaba por las cañerías de la casa, Mathias nunca vio a sus padres tan felices hasta que llegó su hermana; no sabía porque cuándo la niña nació solía sentir algo raro dentro de sí, algo que eran celos, una palabra que él aún no conocía. Aunque Mathias nunca lo reconocía, por supuesto que sus padres seguían amándolo, no con la misma atención de antes pero con el amor de siempre.    

Mathias empezó a descarriar su sentido de vida, mientras sus padres velaban por la seguridad de ambos, él sólo sentía que la cuidaban a ella. Por años sostuvo el peso de ese sentimiento amargo dentro de sus dientes cerrados con furia y la soledad que reflejaban sus pasos; pero lo que sus padres menos imaginaban, era la terrible afición por la pornografía que iba a tener su hijo. Como le faltaba el amor, él encontraría otra manera de compensar lo que ya no tenía y aunque estuviera muy agradecido por todo, seguiría haciendo las cosas que hacía sólo por satisfacer ese sentimiento un tanto perturbador.

Nadie sabía de donde había obtenido este vicio, pero como todos los vicios pueden transferirse, se imaginarían que fue alguno de sus compañeros de clases; ciertamente, eso fue lo que pasó. Un día llegó uno sus amigos, perteneciente al grupo habitual de ociosos con un teléfono nuevo. Los padres de este amigo, no tenían tiempo para él y le regalaban lo que él quería; ya que sentían la culpabilidad de dejarlo siempre solo y sin el amor de una familia totalmente complementada. Tener un teléfono cuando se es muy pequeño, debería ser un delito a la mente y a la imaginación. Ya que su curiosidad buscaría maneras de entretenerse, y el tema más eufórico de esos tiempos, era el sexo. Aunque aún sigue siéndolo, sólo que más sádico y perverso, muchas veces sin amor y otras veces cuando la persona que ama es sólo una. Su imaginación degradaría constantemente, su mente no la necesitaría más… bueno, si se tratase de una fantasía erótica acompañado de una mujer con un cuerpo de ensueño, su mente podría ir a la luna, darle tres o veinte vueltas y volver cuando él quisiera; su vida ya no sería igual, apartaría los juegos infantiles y descuidaría los estudios únicamente por saciar sus inquietantes ganas de vivir el desesperado, cariñoso, especial y sobrevalorado encuentro donde dos cuerpos incineran la habitación con el frotar de sus almas, dejando cenizas en las sabanas y apaciguando el frío en un abrazo. Mathias deseaba el momento de impregnar el cuerpo desnudo de una mujer con su olor juvenil, sólo debía imaginar miles de veces cómo sería y encontrar alguna para realizar su cometido.

Naldo, el orgulloso portador de dos telescopios profesionales, estaba entusiasmado como cada sábado a eso de las once de la noche —justo cuando las estrellas empiezan a rasgar el espacio visual de la hermosura— él llevaba a su familia a entretenerse con un pasatiempo que le había heredado su tío abuelo, quién le obsequio su primer telescopio cuando sólo tenía trece años; algo que marcó su infancia y sus gustos por la astronomía. Felicia, su mujer, encantada porque su esposo no salió como la fábrica de hombres suele hacerlos, arrogantes o imbéciles; aunque ellos no se hacen solos, hay un camino muy extenso para que los hombres sean como son, cómo le decía su padrino: “Cada quien es producto de sus decisiones.” Y ella con ese consejo en su mente, evaluó a Naldo varios meses acostumbrándose a él, a sus metas y juntos formaron nuevos sueños que perdurarían toda su existencia y donde hayan dejado una huella imprenta.

Era una noche fría, se notaba por el enrojecimiento de las mejillas de Esthella y Felicia; la respiración como humo de cigarrillo en la boca de todos, pero menos dañino que la nicotina que fumaba Mathias de vez en cuando, alejado de la atención de sus padres, aunque no le costaba mucho deshacerse de tales atenciones ya que eran más nulas que valores en la realidad de políticos corruptos. Esthella temblaba de frío mientras que su madre la abrazaba para generar calor entre ambas, mientras que Naldo no tenía nada de eso en mente, como dicen por la calle: “Ojos que no ven, corazón que no siente.” Su pasión por la vida que estaba más allá de su propia vista, era tan aferrada a su alma que podía asegurarse que si no fuera humano, hubiera sido una estrella fugaz, algún meteoro o supernova en vidas pasadas; él se sentía entrelazado con el espacio, como si fuera uno más ahí, con ellos.

Naldo le enseñaba a su hijo algunas constelaciones, preciosas aquellas las que alcanzaban a ver en ese lugar del planeta tierra; pero su hijo no estaba interesado en ver esas “estupideces”, como decía él. A su padre le partía el corazón oírlo cada vez, porque era muy constante ese tipo de vocablo en su lengua primitiva, Mathias lo veía todo imperfecto; lo que él menos sabía, era que nadie ni nada lo es y a la vez todos son perfectos a vuestra manera. Mathias aprovechaba esos momentos para ver el símbolo pasional escondido de las parejas o de las que no lo eran, pero aun así tenían su amartelamiento escondido detrás de las paredes, pero no detrás de los cristales de aquellos edificios enormes de ventanas anchas; hermosos, no hay que dudarlo, pero por la confianza de las alturas olvidaban que hay alguien que los vigila de vez en cuando, y no necesariamente dios, sino esa clase de personas que se dedican a espiar como pasatiempo. Naldo buscaba en el espacio algo que sentía perdido, creyendo que algún día lo encontraría ahí, en ese preciso momento en que Mathias buscaba una oportunidad para redirigir el telescopio hacia un lugar propenso a tener alguna actividad sexual, Esthella alzó la vista y observó una estrella fugaz que pasaba por ahí, acto seguido le gritó a su papa: «¡¡Mira papi, mira!! ¡Es hermosa!», y por esa razón Naldo la enfocó y como era de esas que pasaban bastante lento, llamó a Esthella para que observara la hermosa y esplendorosa estrella fugaz.

Mathias se negó a desaprovechar ese momento, y fue buscando ventana por ventana aquellos actos de sadismo o algo enternecedor, realmente se conformaba con lo que encontrara, antes había observado amas de llaves realizando actos de lujuria cada vez más seguido o algún gordo velludo con un traje totalmente de látex de color negro siendo azotado para calmar sus fetiches. Pero ante todo lo que se podía imaginar, nunca pudo planear la expresión de su cara y el terror que sintió cuando vio el cadáver de un hombre de mediana edad con una soga atada a su cuello; detrás de la ventana de un apartamento en el tercer piso, de un gran edificio color arcilla. Se quedó mudo y no hizo más qué tener una cara envuelta de terror absoluto; su cuerpo paralizado, y cómo estaba en una posición que necesitaba algo de estabilidad por parte de sus pies, se cayó hacía atrás, y aunque la caída no fue suficiente, se arrastró en dirección contraria al telescopio sintiendo temor, sudando frío y temblando.

Su familia se alarmó por la reacción de Mathias, su madre lo abrazó meciéndolo al mismo tiempo preguntá le pasaba y qué rayos había visto detrás del telescopio, Felicia se consternó por la manera en que se encontraba su querido hijo. Mathias sólo alcanzó a señalar hacia donde quedaba el edificio, con la mano temblorosa y tartamudeando «ah, ah, ahí es, ahí está, u, un…» no alcanzaba a decir más que eso. Felicia calmaba a Mathias, y Esthella no encontraba que hacer sino estar nerviosa por no saber cómo reaccionar a esta adversidad; mientras que el valeroso Naldo se preparaba mentalmente por lo que vería más allá de ese telescopio, se imaginaba que era algún murciélago colgado de un techo o sólo se sorprendió por alguna tontería; pero lo que encontraría detrás de las estrellas no sería felicidad, sino algo que parecía un cuerpo en estado de fallecimiento por ahorcamiento. Él sabía que debía llamar a la policía y reportar el caso lo más antes posible, y eso fue lo que hizo; pasó dos minutos explicándole a la operadora la situación y luego de unos seis minutos se encontraban tres patrullas de policías rodeando el lugar, un cuerpo forense y las fuerzas especiales del estado reclamando la custodia del caso.

Con una mirada seria y un gran golpe a sus piernas, Duke mira a max por un segundo y acariciando su pelaje dice: —Hoy no será un buen día para nosotros amigo.—

Continuará...

lunes, 13 de abril de 2015

Distancia.

La distancia, son esos abundantes metros que cuento cada momento que no estás junto a mi, quizás te hayas ido muy lejos, o estas justo al lado y no puedo verte. La distancia existe porqué le he dado lugar en mi corazón, entre tú y yo no debe haber distancia, quiero romperla, como si fuera una rama muy debil y tirarla sin más. Pero, la cosa que me hace apreciar cada momento junto a ti, cada segundo en que te veo y me sonries, cuando volteas y guiñas el ojo y te ves tan preciosa... es la distancia. Porque para aprender a amarte intensamente, necesito estar lejos de ti y saber que me haces falta.

jueves, 9 de abril de 2015

Ojos Grisáceos, [Capítulo X]

----Capítulo X “Memorias del pasado”----

Tantas cosas que pasan en el mundo, miles de autos contaminando el ambiente y muy pocos tratando de “salvarlos”; millones de acciones producidas por el ser humano, y todo esto tenía que pasarle a Sarah. Muchas veces se escucha por las calles que todo sucede por una razón; pero no es más que otro enroque de la satisfacción que se necesita cada día para que las cosas malas sucedan porque si, y las cosas buenas sucedan porque las hemos pagado momentos atrás. Una vida no paga la muerte de otra, y sólo a los psicópatas le satisface tal atrocidad. Si se colocan a leer más y empiezan a escuchar mucho más aún de lo que les gusta hablar, estarían colocando el primer paso firme para cambiar esta indiferencia hacia lo que no se entiende. Con el tiempo, podrían salir de ese caparazón simbólico y empezar a desplegar aquellas alas que los llevarán sin prisa, lejos de las cadenas que matan la conciencia de cualquiera, convirtiéndolos en algo que los haría arrepentirse por años.

No es fácil, ni mucho menos imposible salir de ese encierro; es como ser diminuto y estar atrapado en un vaso vacío... Pero se puede intentar salir, y aunque las rodillas sangren todos los días, siempre habrá algo que te permita levantar la frente y ver hacia el camino de tus sueños, haciendo que toda esa sangre y lágrimas no solo valgan la pena, sino que esos líquidos hipotéticos llenarán el vaso donde podrás llegar a la cima y gritar que si se quiere, se lucha y al final todo en la vida se puede; con un grito de júbilo, celebrarán la salida de esa prisión.

Para Joshua, los primeros años de su vida no fueron los más fáciles; tenía que llevar una vida diferente a los otros niños del vecindario que se la pasaban jugando en la calle, mientras que él no podía salir a su antojo. Esto, lo llevó a tener un amplio vocabulario a tan temprana edad y pensar de una manera en que un niño no lo haría, convirtiendo sus conversaciones en algo que no era tan infantil, pero gracias a su tío el cual lo acompañaba a los parques para que no sufriera mucho el estress de una familia perteneciente a la mafia italiana. Porqué Joshua era lo suficientemente importante para ir desarrollando el potencial del futuro jefe de Montreal. Puesto por el cual más de uno mataría, ellos estaban en proceso de una nueva ley impuesta sobre esa familia, y como se aprobó por el consejo familiar, el peligro hacia Joshua era mucho mayor que antes.

Tiempos atrás, hace veintidós años:

Se abre la puerta principal de una casa enormemente hermosa, con jardines verdes y flores coloridas, donde entra un señor mayor trajeado impecablemente:

— ¡Josh! Sobrino querido, ve a alistarte, hoy salimos al parque. —dijo Frank con son de orden.

—Está bien tío, ¿hoy compraremos pan como el sábado pasado? Quiero volver a alimentar a las aves del parque. —respondió Joshua tímidamente y entusiasmado.

—Si sobrino, este es tu día, podemos hacer lo que quieras. Sabes que eres como un hijo para mí. —dijo Frank, mientras se agachaba para ver directamente a Joshua a los ojos y preguntó—, ¿Te acuerdas de Duke?

—Sí, tío. —respondió agitando la cabeza infantilmente en afirmación.

—Él es cinco años menor que tú, pero cuando sean grandes, quiero que se protejan el uno con el otro. 
¿Está bien? —dijo Frank revolviéndole el cabello a Joshua y haciendo un poco de fuerza.

— ¡Sí, Esta bien! —respondió Joshua irguiendo el cuerpo por el peso de aquella caricia de su tío.

— ¿Sí, está bien qué? —dijo Frank alzando un poco la voz, tratando de marcar su jerarquía,

— ¡¡Si, Señor!! —contestó Joshua, haciendo un saludo militar muy infantil.

—Para la próxima que se te olvide, llevaras un coscorrón. ¿Entendido? —añadió Frank.

— ¡Entendido! —afirmó Joshua.

Frank lanzó un coscorrón a Joshua. —Te lo advertí. —dijo Frank y Joshua confundido gritó.

— ¡¡Tío!! ¿Porque lo hiciste? —manifestó Joshua sobándose la cabeza.

— ¿Cómo puedes ser tan olvidadizo muchacho? Cuando yo tenía tu edad me aprendí toda la tabla periódica y todo un libro completo de alguien que tú ni conoces. —contestó Frank con unas de las muchas hazañas de su vida.

— ¿Y viste algún dinosaurio? —preguntó Josh muy esperanzado y con sus ojos grises resplandecientes.

Frank lanzó otro coscorrón y mando a Joshua a bañarse para salir.

— ¡No salgas hasta que estés completamente vestido! —dijo Frank—, ¡¿Qué edad cree que tengo yo?! ese muchacho, a veces no sé qué hacer con él. Pero bueno, tengo que hacer algo para que se distraiga, porque si no perderá su niñez. —susurró Frank para él mismo.

Al Joshua estar listo, Frank lo llevó al auto y fueron juntos hasta una panadería que estaba en toda la esquina, cerca de un parque muy grande con un árbol acogedor. Se bajaron a comprar pan y dejaron el auto para caminar hasta el parque. Mientras que caminaban bromeaban juntos y con las manos migaban el pan para ofrecerlo a las aves. Buscaron donde sentarse, probando tres bancos, pero prefirieron sentarse en las raíces de un gran árbol.

— ¿Aún te acuerdas como darles de comer Josh? —preguntó Frank.

—Creo que si tío, lo intentare. —respondió Joshua.

—Está bien, inténtalo. —dijo Frank.

Joshua tenía casi todo el pan en migajas, pero tenía unos trozos bastante grandes para ser migados. Agarró un pedazo grande de pan y cuando se postró el ave en busca de comida, Joshua lanzó con todas sus fuerzas el pan; pero la paloma al ser más ágil lo esquivó muy fácilmente y salió volando.

Frank le da un coscorrón a Joshua y dice:

— ¿Cuantas veces tengo que decirte que no se hace así? —preguntó Frank—, dar de comer a las aves se hace despacio, suavemente y con un puñado de migas, no con el pan completo. ¿Entendido? —replicó Frank.

— ¡Ay, ay, ay! Duele mucho. Está bien, entendido ¡señor! —contestó Joshua sobándose la cabeza nuevamente.

—Así me gusta. —respondió Frank con una carcajada de viejo, y luego se tapa la boca para toser.
Siguieron dando de comer a las aves durante una hora hasta que acabase con las migas. Como era de mañana, tenían mucho tiempo para relajarse y conversar, comer dulces y jugar juntos. Pero no solo estaba su tío en el parque, siempre pasaban personas que hacían ejercicio y los que paseaban con sus hijos... Había una niña escondida en los arbustos, la cual estaba embelesada observando el gran árbol y a las dos personas que estaban ahí, debe haberse perdido. Aunque nadie sabía que estaba ahí, a lo lejos se escuchan unos gritos y Frank voltea, observa a un señor no tan mayor, de unos cuarenta y nueve años (Llevaba una camisa gris con una chaqueta de piel sintética y jeans azules), Llamando a una niña.

El señor gritaba con las manos posadas alrededor de su boca y siempre al mismo nombre:

— ¡Sarah! ¿Dónde Estás? —Como no respondía, siguió llamando— ¡¡Sarah!! Sal de donde estés. —Se escuchó este gritó, con un poco de desesperación.

Mediante gritaba, se iba moviendo por el parque tratando de encontrarla. Frank estaba en el árbol enorme con Joshua, y el señor pasó muy cerca pero sin molestarlos. Como Frank entendía la preocupación de ese señor quiso ayudarlo y se acercó a él un poco angustiado.

—Señor, si gusta puedo ayudarlo a buscar a su hija. —dijo Frank.

—Sería de gran ayuda, mi nombre es Robert mucho gusto... ¿Su nombre es? —preguntó Robert, muy educadamente.

—Soy Frank, un placer... y dígame ¿a quién buscamos? —contestó Frank, mirándolo fijamente.
—Cierto, se llama Sarah y no es mi hija, es mi nieta y creo que me quede dormido mientras ella jugaba sola; cuando desperté no estaba y desde entonces llevo más o menos quince minutos buscándola. —dijo Robert—, Ella tiene apenas seis años, cabello rojo, piel blanca y unos ojos inconfundibles. —describió lo más reconocible posible.

—Entendido, vamos en su búsqueda. Nos separamos y así abarcamos más territorio. —sugirió Frank, para hacer la búsqueda más rápida.

—Me parece grandioso, bueno ¿Qué esperamos? adelante. —Al finalizar estas palabras, salieron en búsqueda de Sarah, una niña muy hermosa de cabellera roja ¿Cómo podría ser difícil esta búsqueda? Si el cabello rojo delataría su posición.

Robert salió a la búsqueda, mientras que Frank se quedó un momento para decirle a Joshua que esperara en ese lugar un rato, y siguiera alimentando a las aves mientras el buscaba a la niña perdida. Frank emprendió la búsqueda y buscó otro lugar donde pudiera estar, omitiendo un gran arbusto verde donde se escondía Sarah de todo el mundo, a pesar de estar muy cerca de ellos.

Minutos antes de que se escapara Sarah, todo estaba tranquilo. Ella se encontraba jugando con unas hojas de un color verde intenso y pensaba que le quedarían bien en el cabello; así que se colocó una, como si se tratase de una rosa. Muchas mujeres se sienten hermosas al llevar una rosa en el cabello; no obstante, Sarah se sentía aún más hermosa con solo tener una hoja, una simple hoja que cayó de un árbol. Se sentía tan feliz que volteo a enseñarle a su abuelo Robert; y lo que ella menos pensaba sucedió al ver a su abuelo apuntando con la cámara para atrapar ese momento mágico.

No hay día que su abuelo no recuerde la cara de felicidad que tenía Sarah. Luego de tanto sufrir, ella aún podía sonreír y de la manera más tierna posible. Su cara de tez blanca, sus mejillas rosadas y algunas pecas que parecían pintadas con pincel (de la perfección que poseían). Luego de tomar la foto, Sarah siguió jugando mucho más... Robert tuvo que trabajar horas extras en el trabajo y no pudo dormir mucho, así que de un momento a otro quedó rendido en el banco donde se encontraban.
Sarah curiosa de la vida, con seis años y su inocencia, alzó la cabeza y vio un pequeño animal de cola peluda con una nuez en las manitas y con la boca tratando de abrirla. Su primera reacción al verla, fue correr hacia ella y tratar de agarrarla, pensaba que era muy tierna y quería abrazarla fuertemente. Sarah en el camino de agarrar al pequeño animal se perdió, pero continuó buscándolo y vio cómo se subía a un gran árbol.

Ella no sabía trepar arboles así que ideó un plan maestro (según en sus pensamientos, era un plan “Maestro”, pero hay que darle mérito por el gran plan que pensó). Esperaría escondida en unos arbustos para que el animal no observara amenazas y bajara de su escondite, mientras ella se mantendría quieta para poder salir corriendo buscando un abrazo lleno de ternura.

Mientras Frank y Robert buscaban a Sarah, ella estaba muy tranquila acostada boca arriba dentro de los arbustos que se encontraban muy cerca de donde ellos se detuvieron para hablar. En ese momento Joshua estaba fastidiado sentado dando de comer a las aves solo, pero de imprevisto escucho algo que venía de unos arbustos. Su naturaleza curiosa lo empujó más allá para investigar qué era aquello escondido detrás de esa incógnita verde y esponjosa tambaleándose por la fuerza de la brisa que tenía lugar ese día.

Sarah no se distraía ni un minuto para capturar al animal que sus alimentos recogía, sus pequeños ojos se hicieron un poco más grandes al ver como salía el pequeño y peludo animal del árbol, bajando lentamente. Mientras que el animal se ubica bajo el gran árbol, posándose en sus dos pequeñas patas observando todo el lugar buscando alguna amenaza, Sarah se preparaba para dar un salto de los arbustos y correr a cogerla; lo que ella no había planeado era lo más inesperado de su vida, Joshua se decidió y fue corriendo a los arbustos.

Muchas veces cuando se presentan competiciones en base a sincronización, a las mismas les hacen falta una tan perfecta como la que ocurriría en ese lugar. Joshua con apresuro fue a investigar y Sarah distraída realizó un gran salto que asombró a Joshua y cayeron juntos en la grama sin hacerse daños grave.

Joshua abrió los ojos y vio que tenía cabello rojizo por todos lados, y estos no lo dejaban respirar; Sarah se reincorporó fácilmente, pero solo alzó la cabeza. El choque de esa mirada inopinada desataría una aparente aceleración en el corazón de ambos, quizá no era por el color de sus ojos (destacando que eran realmente hermosos), sino la forma en que la vergüenza provocada por esa situación imprevista por aquellos cuyas miradas besaban su alma sin siquiera saber que es un beso de amor, lo que conlleva y su significado emocional.

Apenados, con movimientos bruscos, los dos pudieron separarse. Se podría comparar sus caras con cosas rojas como tomates, porque por primera vez sentían tales cosas en sus pequeñas e infantiles mentes. ¿Quién dice que el amor infantil no tiene lugar en esta vida? Nada es imposible, pero para que todo sea posible, hay que escoger el camino con más piedras que tropezar; porqué de los errores se aprende y de los consejos también. Aunque no todos tengan la misma suerte o capacidades tanto intelectuales como físicas que poseen los demás, siempre se puede ser lo que se quiere y para mejorar hay que tener en la mente el esfuerzo con su debida perseverancia.

Joshua estaba sentado a espaldas de Sarah con la mano derecha tocando la parte trasera de su cabeza e inclinándola por el rubor que sentía, entretanto Sarah, se encontraba sentada con las manos detrás de su espalda apoyándolas en la grama mirando hacia el cielo con las mejillas tan rojizas como su hermosa cabellera y a la vez jugaba con sus pies.

Joshua ve que la situación es bastante incomoda, y al pasar tres minutos de completo silencio, se decide en voltear y tratar de sacarle algunas palabras de la boca de Sarah.

—Te llamas Sarah ¿no? —dijo Joshua, sospechando de la niña perdida.

— ¿¡Cómo sabes mi nombre!? —Sarah soltó un grito muy agudo— Espera, ¡Yo no soy Sarah! —dijo ella, tratando de confundirlo.

—Pero si acabas de decir que era tu nombre ¿Cómo piensas que caeré en tu trampa de mujer niña? —contestó Joshua, buscó su mirada y dijo.— ¡Nunca te diré como te reconocí! —sacando la lengua en forma de burla.

— ¡Dime! ¿Nunca te he dicho mi nombre? —dijo Sarah un poco asustada, y a punto de romper en llanto, pero solo salió una lagrima a saludar.

Joshua quería hacerse de rogar, pero aquella mirada tan desolada y aquella lágrima que abrazaba la cara de Sarah no eran demasiado bueno para su conciencia. Se detuvo un minuto a pensar a ver si su boca estaba de acuerdo en decirle la verdad, por más tonta que sea la misma, en total fueron diez veces que pasó la situación por su mente, nueve veces en negarlo todo, pero la única vez que acertó con decirle la verdad fue la ganadora; porque su mente no se sostenía en que ganara la mayoría, sino realmente en quien tuviera la razón en el asunto.

Él, a su manera le contó lo que había pasado minutos antes de encontrársela bruscamente y le dijo a Sarah «Si no te das prisa, tu abuelo se irá sin ti», terminando con ese clásico final para asustar un poco a esa niña que poco conocía.

Sarah se levantó y le exigió a Joshua que la acompañara a buscar a su protector (como ella le dice a su abuelo). Joshua a lo lejos de ponerle restricción a su petición, aceptó muy amablemente y empezaron la búsqueda del abuelo de Sarah. Estos niños salieron del parque caminando por la acera que rodeaba el parque, una enorme y rectangular área llena de árboles, flores, pequeños animales, caminos para las bicicletas... resumiendo, un frondoso y hermoso lugar verde pintoresco para permanecer adormecido de sentidos.

Entretanto Frank, Robert, Sarah y Joshua estaban ocupados buscándose entre sí por parejas. En un lugar a las afueras de la ciudad se estaba llevando a cabo una reunión, dentro de una bodega, alrededor de una mesa hexagonal, donde en cada punta iba sentado uno de los seis jefes pertenecientes del gran espectáculo de las mafias Montreal. Se escucha el sonido de un puño furioso marcando orden.

— ¡¡Hay cosas más importantes en la mesa para resolver, que estar hablando sobre mi sucesor!! caballeros últimamente he observado el problema que tenemos con los drogadictos que se creen distribuidores, o aquellos que intentan vender armas escondidos cerca de las calles 43, 95 y la 17 y no han hecho nada para evitarlo, o detenerlos. —expresó con autoridad el valeroso sexto y mandatario de los otros cinco, poseyendo un nombre que causaba temor a donde se pronunciaba, aquellos que lo escuchaban temblaban de miedo y se arrodillaban pidiendo perdón sin haber hecho daño.

—Señor, disculpe mi intromisión, ¿pero no se convocó esta reunión para hablar acerca de lo que se podía hacer o no en una guerra de sucesores? —dijo el segundo escondiendo el cuello con los hombros, siendo este uno de los jefes nuevos y apenas estaba aprendiendo a ser uno.

—Estoy de acuerdo con la nena del grupo —respondió el cuarto a favor del segundo. Se tiene que destacar que este jefe, es una mujer un tanto varonil pero con la belleza de siete mujeres en sus mejores épocas.

Mientras el quinto trata de levantarse, el primero se ríe de su incapacidad debido a su vejez. Cuando los fieles subordinados terminan de ayudar al quinto, estos apuntan con sus armas hacia el primero, pero el quinto no deja que le disparen al primero bajándoles las armas a sus subordinados y susurrándoles algo al oído.

—Sexto, con el debido respeto le hago una aclaración. —dijo educadamente el quinto y siguió hablando. —Nuestra familia se hizo cargo de esas tareas ayer por la tarde, aquí le tengo los informes y las fotos. —Con su mano derecha hizo un gesto para que Tony (subordinado más fiel del quinto), le acercara los papeles al sexto, y pasados unos minutos siguió hablando el quinto. —Aclarando la situación a este punto, ¿podemos dar lugar a lo que hemos venido todos? —exigió con una moderación de voz intelectual.

— ¿Sufrieron lo suficiente? —preguntó el tercero con una sonrisa inquietante.

— ¿Por qué no lo ves por ti mismo? —respondió el quinto acercándole una videograbadora con el recuerdo grabado de aquellos que sufrieron por no acatar órdenes.

Por un momento la habitación parecía un congelador donde se guarda la carne, pero con la diferencia de que todos estaban callados y sonaba en la videocámara los gritos tan feroces por parte de los desobedientes.

— ¡¡No!! ¡Para por favor, no me hagas daño! ¡¡NOO!! —Es lo que se escuchaba en la grabadora, aparte de los chirridos que ocasionaba su voz por cada parte de su cuerpo rasgada y desmembrada.
En total fueron más de diez videos, a veces con grupos de tres personas o solitarios. Pero cuando estaban en grupos, estos tendían a gritar más fuerte o a temer más, tan solo pensar en que alguien está sintiendo lo mismo que otro los desespera y más si son sus amigos.

—Que divertido, quisiera ir la próxima vez. ¿Crees que hay lugar para mí, quinto? —dijo el tercero con un brillo muy espeluznante en los ojos.

—Creo que si se puede arreglar eso, pero tendrás que llevar tus propios hombres. —contestó el quinto sin mucho apresuro. Le parecía repulsivo el tercero y sus ganas de ver muerte en todo lugar.
— ¿Pueden parar este espectáculo tan ridículo? No tengo mucho tiempo que perder con idioteces de maricones, ¿vamos a comenzar con la discusión o me largo? —dijo el cuarto exasperado.

—Ahora comenzará el tema principal de esta velada señores, ya saben las reglas. —dijo el juez de la mesa, que decide arbitrariamente sobre todo lo marcado, no había otro como él, tan leal a la mesa.
Se abren las puertas llenando de luz la habitación que carecía de la misma, pasa un hombre enorme y con músculos más grandes que su propia cabeza, cuando va caminando acercándose a la mesa, reconoce que es suficiente y se detiene. Detrás de él, sale un hombre un flacuchento con unos papeles donde se especificaba la situación del tema que iba a comenzar a ser discutido; se los entrega al juez y luego se va con el grandullón fuera de la habitación.

El juez comienza una breve charla, se levanta y empieza a repartir los documentos a cada uno de los señores de la mafia, cada documento era especial, porque tenían información que necesitarían para la prueba que se llevaría a cabo al finalizar la reunión.

Todos se mantienen callados mientras el juez termina de repartir, viéndose las caras con una expresión de odio, nadie se llevaba bien en ese lugar, todo era odio hacia los demás, a menos que se trataran de aprovechar de un señor estos se mantenían con la expresión de la indiferencia, repeliendo todo efecto malicioso de los pensamientos que se mantenían guardados en esa caja de recuerdos que se llama pensamientos.

El juez tomo asiento y dijo: «Pueden abrir los sobres que tienen a su alcance», todos abrieron los sobres excepto el sexto, y aunque el juez se haya dado cuenta de que era una protesta, lo vio como un reproche de niño que no quería obedecer a su madre cuando le exige que vaya a dormir temprano; y aunque no lo abriera, el sexto tenía que permanecer con el sobre, porque de no hacerlo este estaría ignorando las ventajas que le da esa información con respecto al pequeño juego que está destinado para elegir al nuevo sucesor, y a pesar de que el tiempo en que este culmine es incierto; ya que pueden ser días o décadas en los que alguno de sus predecesores tome el mando, ya se dio comienzo con las reglas acerca de lo que llamarían un juego por el mandato de la mafia en esa zona.

—Aunque no abran los sobres, les informaré que seguirán en la misma situación, ya saben a lo que me refiero. —dijo el juez y continuó hablando. —Como pueden ver, tenían mucho tiempo sin reunirse, la mayoría de las veces por los problemas del sexto. —Mientras que con sus manos hacía los símbolos de comillas, queriendo destacar las faltas que ha tenido y dándoles a saber que prácticamente mentía sobre su situación, alargando el tiempo. —Si hubiera pasado más tiempo, tendríamos que tomar una decisión y expulsar al sexto. Pero tuvo buena suerte en venir, ya que solo quedaba un día para tomar esa decisión, como juez debo ser justo y no sería justo si no les comparto mi opinión acerca de esto. —dijo esto, y poco después el sexto levantándose de su silla, postró sus manos al escritorio que tenía en frente de él, y marcó un impresionante estruendo, era una bestia cuando se trataba de fuerza, o eso pensaba él; sonido por el cual a más de uno alertó, aturdiendo al quinto y logrando que todos los guardaespaldas de aquellos grandes señores (no por su estatura, sino por su poder), sacaran sus armas y teniendo por objetivo al sexto. Se pudo escuchar a más de uno maldecir el nombre del quinto, y este eufórico dijo: — ¡Aquí el jefe soy yo! Un maldito consejo o juez no va a validar algo que yo no consienta, y mientras yo siga respirando nadie se moverá sin yo saberlo ¡Malditos bastardos!— Cuando terminó de hablar, sacó un arma un tanto extravagante enteramente de oro con detalles de diamantes, apuntó al juez y con su dedo realizó siete disparos, el primero rozó la yugular y las demás acertaron en la cabeza y en su corazón. Luego de eso, todos los de la habitación guardaban silencio, solo quedaba el retumbo de los oídos por los disparos, aunque por la costumbre de esas situaciones no era muy grave para todos los presentes.

Fue entonces cuando el sexto se volvió loco, tenía una mirada perdida, que buscaba algo que él nunca podría obtener, y empezó a gritarles a todos: — ¡Ustedes no sirven para nada! Son unas gallinas, tanto que hablan de asesinatos y de cómo se violaron a aquella familia, cómo los desmembraban, pedazo a pedazo, sin matarlos, haciendo todo tan lento y doloroso.— Como hablaba mucho, y no tenía tiempo de respirar el sexto se detuvo a inhalar un poco de aire y continuó. —Ustedes no tienen derecho a lo que tienen ¡Yo los creé! No pueden morder la mano quien les dio de comer por tanto tiempo, ¿y van a querer elegir a mi sucesor?— Desesperado, amargado y con la sangre hirviendo continuó expresando la superioridad que él creía tener sobre ellos. — ¿Qué se creen que son ustedes? ¡Yo soy su dueño! No, soy mucho más ¡Soy su dios! Y ustedes son mis putos títeres, que muevo a mi voluntad; nunca podrán con el peso que ejerzo sobre ustedes y nada ni nadie podrá impedirlo. —Luego de decir estas palabras, todos tenían ganas de matarlo, y aunque el discurso que tenía planeado la mente del sexto era mucho más largo, todos querían cortándole la lengua y colocándosela en su trasero, como hicieron con varios cabos sueltos.

El sexto seguía gritando, y en la habitación solo se podían notar dos cosas, la primera era su voz al chocar con las paredes, y la segunda eran las venas que mantenían un grado creciente en su cuello a causa de tantos gritos y esfuerzos de voz. Él pensaba que tenía a todos contra la pared y confiado no llevó guardaespaldas, no confiaba en nadie más que en él y por castigo divino, sería el peor de sus errores, uno de los que no podría arrepentirse. La puerta rechinó una vez más, y de esta salió un hombre con una chaqueta que le llegaba a los pies color negro, ojos destellantes, fornido, junto con un traje negro y una corbata carmesí; parecía que las sombras eran sus amigas, pero decidió salir a la luz y dominarlas como hizo con la oscuridad. Nadie se dio de cuenta que un intruso había entrado en la habitación; este se dirigió lentamente hacia el sexto que aún seguía con su gran sermón de dominación. – ¡Todos aquí son una porquería! Deberían aprender de mí, soy el hombre perfecto, no llevo ningún defecto marcado en mí, ninguna cicatriz de alguna lucha en mí hermoso cuerpo, y he batallado cientos de miles de ellas. —gritaba el sexto expresándose con un gran ego, el cual no duraría para toda la vida, porque su vida ya no le pertenecía.

Se le apareció un hombre alto a sus espaldas, y aunque fuera obvia su presencia, nadie lo notó, ya que estaban ocupados odiando cada vez más al sexto, que por ley de su organización no podrían matarlo así tan sencillo, Esta ley establecía, “Aquel que agravara a muerte a un perteneciente de esta mafia sería sancionado, siendo este un perteneciente de la misma categoría”. Mientras que la única forma de obtener su poder, es ser de una categoría menor y retarlo a un duelo donde sólo se permitía una navaja o las manos desnudas, o no ser perteneciente de ninguna de las mafias y matar al líder con presencia de testigos cortando su lengua, degollándolo y tallar su apellido en la frente del decapitado. Todos asombrados por la manera en que su estatura se distinguía de la del sexto (El sexto era un gordo no muy alto, pero con gran fuerza comparándolo con cualquiera), sobrepasándolo por una gran porción de tamaño. El quinto alzó la voz e interrumpió al sexto diciendo: —Creo que tu destino llegó a su fin. —Soltó una carcajada y terminó burlándose. —Querido sexto, nos vemos en el infierno, si es que ahí pueden aceptar tu avaricia por el poder. —Al terminar estas palabras, el sexto quedó desconcertado y pensó que el quinto se estaba volviendo loco por algo que no iba a pasar así tan fácil. — ¿Tú, te opones a mí? Tú quien más me necesitó. Eres una escoria más, pedazo de vejestorio. —dijo incrédulo de la palabra del quinto. Cuando el quinto iba a responder, el sujeto de negro saca una navaja de su bolsillo dentro de la chaqueta y destella por el filo que esta poseía. En ese entonces, de un momento a otro, el tercero le dice al quinto: —Da la vuelta pedazo de imbécil. 

Provocando que el sexto tratara de girar sobre su propio eje, pero como el sujeto alto estaba detrás de él, y muy cerca, no pudo. El hombre de los ojos destellantes al ver que el sexto se iba a voltear, lo agarra por el cuello con una mano y lo alzó; mientras que con su mano izquierda que tenía libre, conservaba su navaja.

En una mano tenía la navaja y en otra al sexto. Presuntamente, proclamado por él mismo, un dios quien nadie podría lastimar, porque las palabras no valen nada cuando las acciones demuestran lo contrario. El sexto se trataba de liberar de la mano del gran hombre, pero no podía; con sus dos manos tiraba de los dedos de la mano derecha y nada que podía apartar la mano del desconocido que parecía que cada vez más se encarnaba a su cuello. Fue entonces cuando decidió pegarle patadas y golpearlo al cuerpo; pero este no se inmutaba por esos golpes tan débiles, los cuales no se comparaban con los que recibió en miles de encuentros, donde el hombre misterioso guardaba cientos de cicatrices alrededor de su cuerpo, pero ninguna en su cara. El hombre de la corbata carmesí colocó su cuchillo en la boca y lo mordió para que no se cayera; acto seguido agarró al sexto con ambas manos y así pudo sostenerlo con la mano izquierda metiéndole la mano en la boca, agarrándolo como si estuviera exponiendo un pez que haya capturado momentos antes; manteniéndolo en el aire sin que pudiera colocar los pies en el suelo mientras que el sexto decía entre arcadas —Suel-ta-me, mal-dito.

Cuando estuvo cómodo el gran hombre de la gran fuerza que no aparentaba, agarró su cuchillo con la mano derecha y lentamente empezó a cortar el cuello del sexto; si se le preguntase a cualquiera de la habitación acerca de lo que sintieron cuando presenciaron esa escena única en la vida en primer plano, todos te dirán lo mismo “Fue horrible”. Aunque todos tengan mentes retorcidas, y todos quieran tomar el mando de la mafia de Montreal, solo una persona decidida, sin escrúpulos, justa, desalmada y con corazón podría tomar al toro por los cuernos, y este no era uno de esos pequeños y molestos toros, sino una manada de toros eufóricos y con ganas de ver sangre en cada pared de la ciudad. Lo que ellos menos imaginaban, pasó; alguien que solo habían observado por unos escasos minutos les había dado tanto pavor que hasta sus rodillas empezaron a temblar. Unos guardaespaldas guardaron sus armas mientras que otros las tiraban por miedo, los chillidos del sexto se oían por toda la habitación, pero no eran iguales a los gritos del sexto sin corazón que estaba lanzando al vacío cuando sermoneaba a todos; porque si se va al caso, nadie lo estaba tomando en serio y pronto le cortarían la lengua para que se callara, no le tenían respeto al jefe, ya que este era más palabras que movimientos, y si se resbalaba lo esperaría toda una bajada llena de púas que desgarrarían su cuerpo.
De un momento a otro, los ojos vacíos quedaron y el cuarto de sonidos carecía. El hombre alto, sabia de las leyes, parece que estaba esperando el momento adecuado para atacar y eligió el correcto. Cuando terminó de cortar la cabeza, el cuerpo cayó al suelo y metió su mano no por la boca, sino por la parte que cortó; sosteniendo la lengua con sus dedos la arranca de una sola jalada, alzó su mano derecha para que todos vieran la lengua y la guardó en su bolsillo frontal de la chaqueta, quizá para enmarcarla como trofeo, algo que haría el día siguiente; colocó la navaja en la mesa y sacó una más pequeña, que serviría para grabar su nombre en la frente del sexto.

Todos excepto el quinto y el tercero quedaron atónitos al ver tales imágenes y sonidos que sus mentes nunca olvidarían jamás. El hombre desconocido, el hombre de la corbata carmesí, el hombre que dominaría la mesa en una sola noche; estaba ahí, con su pequeña navaja tallando su apellido en la cabeza del sexto, letra por letra, observando su mirada desalmada, y al terminar dijo:

—Un hombre vale por las memorias de sus luchas, por eso tengo estas cicatrices en todo mi cuerpo, pero, nadie ha podido tocarme la cara. Y el que lo haga, lo mataré como nunca a nadie, en consideración por sus actos. —Luego observó la sala y se dio cuenta de una escultura en medio de la mesa, que tenía muchos picos filosos y como su objetivo lo pensó rápidamente y tiró la cabeza del sexto al aire apuntando directamente a la púa sobresaliente, la cual se encontraba en el medio de todas y de todos. Cayó la cabeza atravesando la parte trasera del cráneo y la punta de la púa salió por el ojo derecho, y en marcas de sangre se podía notar un apellido, el tercero muy curioso e interesado por el que sería su nuevo jefe, se levantó y se acercó a la cabeza del sexto. — ¡Bienvenido Di Rosso! Serás un buen líder, yo personalmente, siempre te serviré. —dijo el tercero con gran entusiasmo y haciendo una leve reverencia, que duraría un tiempo prolongado, donde todos se fueron uniendo hasta que aceptaron a su nuevo líder, realizando un saludo de respeto.

—Espero que estén preparados para lo que tengo planeado en sus vidas, y aunque querrán arrepentirse, no podrán. Porque terminaran como este bastardo. —dijo Di Rosso, señalando el cadáver del sexto. — ¡Ahora limpien esta basura!

Ojos Grisáceos, [Capítulo IX]

----Capítulo IX “Un misterioso encuentro inopinado”----

Las veces que sopla el viento por las calles remolca palabras como la felicidad, el amor, la unión, el odio, la esperanza... En su totalidad son muchas hablándose de ellas hasta hartarse, y otras veces también las colocan a prueba en sus propios diccionarios mentales, quizás para bien o tal vez para el mal, pero nada ni nadie los puede detener en vuestros pensamientos; dicen algo, piensan otra cosa, y actúan de otra manera diferente en ambas situaciones; entre palabras y pensamientos perderán la vida reconociendo que el culpable no es otro más que ellos. No obstante, sin querer sentirse peor de lo ya previsto, buscan la manera de buscar a un “sospechoso” denominándolo a él, culpable de todos los fallos que son causados por sus malas ideas. Puede ser una piedra, una mariposa, un niño, un hermano... Puede ser lo que se quiera en ese momento de desesperación; aquel donde se encuentra la duda acerca de cuanto duele tener la culpa, y la valentía de afrontarla junto con sus consecuencias. Al fin y al cabo, lo que decidan estará bien, porqué si podemos aprender a construir inmensas esculturas de hierro, tenemos alguna oportunidad de empezar el aprendizaje del perdón.

Ladridos resuenan a lo lejos, junto con la mezcla de un collar canino de cuero y plata, marcando el nombre “Max” en el indicador; mientras a lo lejos, habla un hombre en una reunión...

—Max ¿Qué haces aquí? ¡Espera en el auto! —ordenó Duke.

Max gruñó y ladró una vez más, señalando el auto con su hocico y al mismo tiempo atiesó su cola, mostrando la urgencia que se presentaba; Duke recibió la señal y dijo:

—Disculpa un momento Annabelle, creo que es urgente. —pronunció un poco apenado estas palabras, por la situación de negocios que mantenía en ese lugar.

—Está bien, puedo esperarte un poco... no es que haya estado esperando este momento desde hace días, y que me vestí con mi vestido favorito por ti Duke. —respondió Annabelle sarcásticamente, pero el sarcasmo es algo que Duke nunca ha dominado, tanto entenderlo como expresarlo.

—Gracias por tu comprensión Anna, ya regreso. —dijo Duke muy ingenuamente.

Se le acerca una persona un tanto pequeña para su edad y hala el suéter de Annabelle pidiendo atención y dice:

—Hermana ¿Cuándo nos vamos de este lugar? Está muy sucio y dijiste que íbamos al cine. —dijo Isabelle, colocando en su cara un puchero infantil.

— ¿Y dónde crees que estamos? ¡Estamos en el cine! —respondió un poco molesta Annabelle por la manera en la que Duke ignoró por completo el trato que estaban haciendo...

— ¡Pero dijiste cine! No que íbamos a la parte trasera y más oscura del cine. —cruzando los brazos y con el ceño fruncido replicó Isabelle.

—Ve acostumbrándote her – ma – ni – ta, algún día tendrás que pasar por mensajera en estos negocios y papá dijo que te trajera conmigo para que conocieras el negocio familiar. —dijo Annabelle sin pestañear al explicar tal mandato de su padre.

—Bueno, si eso dijo papá... me esforzare mucho, mucho, mucho para que esté orgulloso de su hija favorita. —contestó Isabelle con grandes gestos dramáticos y muy tiernos terminando su oración con una hermosa sonrisa.

— ¡No hagas eso! —dijo Annabelle.

— ¿No hago qué? —respondió Isabelle con su hermosa sonrisa seguido de una mirada que paralizaría un ejército furioso y lo transformaría en algo más tierno que un animal con siete días de haber nacido.
— ¡Hermana, Deja de hacer eso! —gritó Annabelle.

— ¿Por qué? Lo menos que puedes hacer es llevarme a comer helado después de salir de este lugar tan húmedo. —exigió Isabelle con la misma cara de ternura y sus pucheros de niña.

— ¡No lo haré! —respondió Annabelle.

— ¡Que sí! Lo harás, porqué sino te arrepentirás. —replicó Isabelle un poco molesta.
— ¡Bueno, está bien! Tú ganas... pero no te acostumbres. —respondió Annabelle al estar cansada de tanta presión ocasionada por su hermana menor de trece años.

— ¡Sí, Gané! Como siempre lo hago... hermanita nunca puedes conmigo ¡Ja! —dijo Isabelle, dejando atrás su cara de niña y sacando una mirada picara señalando la superioridad de manipulación que tiene.

—Idiota. —susurro Annabelle.

En ese momento llega Duke y las interrumpe haciendo gestos, y explicando la urgencia de la situación...

—Perdóname Annabelle, me tengo que ir... tengo un aviso urgente. —dijo con la voz un poco ansiosa de escapar de su boca.

—Duke, pero... ¿¡que va a pasar con el trato!? —Annabelle aumenta la voz al ver que Duke está cada vez más lejos.

—No te preocupes, te llamaré. —respondió casi corriendo a su auto.

— ¡DUKE! —gritó Annabelle. —pero Duke no escuchó por el sonido del auto al encenderlo.

— ¡Vamos, sube rápido Max! ¿Qué haría sin ti? —dijo Duke colocando en marcha el auto (Modelo: Maserati Quattroporte plateado con franjas laterales azules color pintado en metálico) Duke, un gran amigo y protector de Joshua, está en camino de enredar más la situación o dar con la situación. Gracias al GPS en el dispositivo electrónico que posee Joshua en su bolsillo, Duke podría ubicarlo hasta en los desiertos más calurosos o en los bosques amazónicos más peligrosos y rescatarlo sin ninguna herida de gravedad.

Duke arrancó dejando a las hermanas Maccerinni a un lado y huellas en el pavimento por el gran escándalo de derrape que hizo al salir con tanta prisa. Había pasado una temporada desde que ese botón de urgencia no se presionaba, Duke pensó que sería una tarea realmente muy fuerte y mantuvo en la mente pasar por el escondite que Joshua le había confiado, Nick no sabía que Duke también conocía acerca del escondite, donde está su cuello amarrado gracias a una soga, mientras que Duke no sabía que Nick estaba en esa situación. Por desconocer acerca de eso, se dirigiría hacia ese lugar primero a buscar algunas armas por si tenía que enfrentar algún peligro desconocido, no le bastaba con el poco armamento que cargaba dentro del auto.

Tardaría mucho en llegar al escondite, pero como era cerca de donde estaba Joshua le quedaba de camino. Acercó su vista a su muñeca derecha y vio su reloj percatándose de que eran las once y cuarenta minutos de la noche; en su mente calculaba que el viaje sería de probablemente dos horas y media. Con el corazón en la mano y el pie fundido en el acelerador, hundió más el pedal por el bien de su protegido y de su propia vida.

Ojos Grisáceos, [Capítulo VIII]

----Capitulo VIII “Acosando a la verdad III Parte”----

Cinco minutos antes de la interrupción de Sarah...

Joshua: Esta es una de las noches más vergonzosas de mi vida, pero tengo que tener la valentía y afrontar con seriedad este chiste que está causando ella conmigo. Esto tiene que funcionar, o sino nunca obtendré la dichosa información de parte de Nick, ese idiota, aparte de intentar matarme físicamente, ¿Quiere hacerlo mentalmente? Realmente no lo entiendo, pero ya me enterare cuando consiga llegar a donde esté y le romperé la nariz.

Las mañosas garras de la fiera Jazmín no soltaban a Joshua por un segundo, impidiendo su libertad y aprovechándose de su carne que la hacía estremecer tanto cuando estaba con él. En cierto modo Jazmín amaba a Joshua, pero al dejarlo, ocasiono una gran herida que no se curaría fácilmente; tanto así que ni pidiendo perdón a Joshua podría conquistarlo de nuevo, si Jazmín le pintara en el cielo que lo amaba con su sangre, Joshua ni se inmutaría al dar una respuesta rechazándola. Un corazón tan roto que ni con pegamento industrial podría reparar, pero sólo con Jazmín, ella no tenía ni la mínima posibilidad de conquistarlo otra vez, su tiempo había acabado y era tiempo de resurgir el Fénix postrándose sobre sus cenizas.

Jazmín quería aprovechar esta oportunidad para recuperar el corazón perdido de Joshua de la forma más sádica posible, porque no debería llevar otro adjetivo. Jazmín comenzó su número de baile sensual de una manera distinta a la de siempre, quizás era porqué el amor de su vida estaba frente a ella. El cuarto empapado de un rojo ensangrentado, luces de neón tratando de evitar la oscuridad pero sin volver a traer a la luz a los ojos de los soñadores. El aroma a una carne conocida hacía que el corazón de Jazmín latiera con fuerza, y en su mente decía que lo amaba, pero su boca solo decía cosas que asustaban a la lógica de Joshua.

Sin dar muchos detalles de lo sucedido, se podría asegurar que Joshua necesitaría un poco de alcohol y gasas para curar sus heridas, que no se agravaron demás, gracias al gentil gesto de Sarah al decirle amablemente a Jazmín que no abusara más de él. Esta era una de las pocas escenas extrañas, enfermizas, únicas y bochornosas que Sarah había visto en su vida, pero como toda mujer, se alteró y a su vez no sabía qué hacer. Se llenó de mucha angustia al no saber cómo desarrollar su papel, pero tenía que esperar a la reacción de su petición antes que nada, pero la larga espera le tersaba la piel y sentía que iba a explotar su corazón.

Joshua no sabía qué hacer, en su mente pedía a gritos que Sarah lo sacara de esa habitación rojiza, pero a la vez quería permanecer ahí por los motivos en los que llegó a esa situación, respuestas. Pero la mirada de Jazmín lo aterrorizaba, tenía un poco de sangre en la comisura de sus labios haciendo gestos que demostraba los deseos de Jazmín, queriendo seguir con lo que más disfrutaba, y eso era hacerle daño a las personas que más amaba y probar un poco de su sangre era el modo de saber que lo está haciendo bien, aparte de disfrutar ese olor particular que la excitaba y la volvía loca como a ninguna.

Después de pensar un poco la situación, Joshua no podía permitirse estar en tal acto bochornoso frente a Sarah, y muy lentamente se levanta de la silla agarrando a Jazmín como si se tratase de un juguete y la hizo a un lado «—¡¡Oye, esto no es justo!! —dijo Jazmín al ser apartada.» Joshua estaba entre serio y enojado, empezó a reincorporarse de esa situación, abotonando la camisa blanca manchada de sangre roja que gritaba libertad. Luego de colocarse el traje y acomodarse la corbata azul , él estaba frente a un nuevo amor y uno perdido... debía elegir, pero esta será una de esas situaciones que se sienten de vida o muerte.

miércoles, 8 de abril de 2015

...

Quisiera deciros algo pero no se qué sería interesante. No uso mucho estos hashtag pero-------------------> #Angustia.

Lee mi historia:  Ojos Grisáceos.

Ojos Grisáceos [Capítulo VII]

----Capítulo VII “Acosando la verdad II Parte”----


Una mente llena de recuerdos vacíos, una noche complicada, calles frías amarradas a la soledad, un trabajo absurdo en donde debes hacer exactamente todo lo que manden, para conseguir agradarle a unos y darle razón a otros para odiarte.

Jazmín, una mente perturbada por sus parientes, busca su libertad en los lugares más extraños posibles… Pero para eso, tuvo que dejar su amor a un lado y poder encontrarla —Como personas diferentes, tenemos libertades diferentes— Así es como continua esta historia que parece tener un final feliz, dentro de todo lo que existe y existirá.

Luego de una breve charla, momentos incómodos y un tanto espeluznantes, Jazmín dice:

— ¿Por qué no entramos? —guiñó el ojo al terminar.

—Lo siento Jazmín, no vine por eso que tienes en mente, pero necesito de tu ayuda. —respondió él con un tono de voz un tanto impaciente.

—Ohh, mi querido Joshua se siente perdido sin mí. —contestó con una voz hilarante, pero luego de ver la expresión de Joshua un tanto molesta y dispuesto a acceder una de sus peticiones solo para jugar un poco con él. —Responderé cualquiera de tus preguntas, si y solo si me aceptas un baile privado, lo haré como nunca se lo he hecho a nadie, recordando los viejos tiempos... ¿Qué te parece hermoso? ¿Tenemos un trato? —sugirió con pertinencia en sus palabras, dando a entender que si rechazaba, no podía conseguir nada de su conocimiento.

— ¿En serio? ¿No quieres dinero mejor? ¿No fue suficiente con el beso? ¿¡Qué demonios quieres de mí!? —preguntó a Jazmín, muy angustiado.

— ¡Quiero todo! Como me acostumbraste. —protestó Jazmín a lo más importante de sus preguntas, cruzando los brazos. — ¡Dios! Está bien. —Agobiado, Joshua acepta las condiciones pero él quería marcar una también. — Solo tendrás veinte minutos, nada más ¿Estamos? —Exigió junto con palabras firmes.

Jazmín suelta una carcajada y negándole toda condición dijo:

— ¡Aquí no puedes gobernar! Yo soy la reina de este mundo y solo la reina tiene el poder de mandar en este castillo, vienes a mí únicamente por información y yo decido como será pagada cada una de mis palabras y no podrás rechazar, porqué sé que las necesitas. ¿¡Quedo claro!? Comandante de flota hecha con papel. —soltó un pequeño discurso acerca de cómo está distribuida la autoridad entre ellos.
Joshua con la cola entre las piernas y sin quedarle de otra, acepta aquel baile lleno de seducción propinado por parte de su desilusión, y contestó:

—Tú ganas, obtendrás lo que deseas, sin embargo me dirás todo lo que sabes, sino se acaba el trato en este momento.

—Que empiece el juego tesoro. —contestó con una voz de satisfacción.

Lo toma de la mano rumbo lugares exclusivos del bar pasando por medio de muchas personas que asisten a esas horas para calmar su insomnio y su mente depravada, y detrás de una puerta gris pasando la cortina de seda color marrón se encuentra el sillón verde oscuro donde Jazmín con un jalón, lanzaría a Joshua hasta caer sentado para poder disfrutar su espectáculo.

Sarah asombrada no podía creer lo que hacía Joshua, pero luego pensó en que ni conocía su nombre y se lanzó dentro de sus pensamientos una vez más para recobrar la calma. Poco después salió del auto, buscando las respuestas que inundaban su curiosidad.

Caminó por la acera llena de ilusiones marcadas por huellas de zapatos, borradas por el poco de lluvia que caía acariciando el viento de las calles y dándole un toque resplandeciente al ambiente en donde se encontraba ese bar de segunda mano muy frecuentado.

Cada pisada la aterrorizaba y le dolía —causa de su anterior caída—, pero estaba decidida a terminar con sus dudas de una vez por todas, no sabía que pasaría, ni mucho menos cómo reaccionar en situaciones desconocidas para ella.

Sarah se detuvo un momento en la entrada del bar, respiró profundamente prolongando cada paso, lo hacía cuatro segundos y pensaba:

—Inhalar… mantener… y exhalar. —Y aún en sus pensamientos —Inhalar… mantener… y exhalar—. Lo repitió dos veces más por estar muy nerviosa. Esto era una costumbre para ella, lo hacía cada vez que sentía no poder con la situación, y gracias a su abuelo por enseñarle esta técnica, pudo controlar más de una situación complicada en el pasado.

Detrás de las puertas de color verde, se encontraba un sujeto de seguridad muy fornido pero un poco gordo, llamado Victoreé Stroganoff ya que sus padres eran fanáticos de este estupendo platillo. Victoreé estaba distraído y empezó a pensar en sus problemas personales, tantos que se podría hacer otra historia con ellos.

Victoreé vagando profundamente en sus pensamientos, y no teniendo a donde mirar más que en una mosca posada en la pared. La compara con una mariposa en ese lugar tan inmundo, que en frente de una mosca, esta sería una preciosidad. Él estaba embelesado en sus alas, no podía dejar de imaginarse cosas, fue entonces cuando la mosca voló del lugar y se posó en una de las ventanas de la puerta, tomando en cuenta que había una preciosa mujer detrás de ella y se alistó para hacer su trabajo. Una colisión ocurrirá entre ellos.

Victoreé velozmente, con la poca caballerosidad que le quedaba, abrió la puerta segundos antes de que Sarah intente abrirla, suspendida por el asombro, tropieza con un pequeño muro que separa la calle del bar. Victoreé con unos pocos reflejos conservados de la marina, pudo atrapar a Sarah con la mano que tenía libre, salvándola de una segunda caída. Sarah apenada se desata de la mano de Victoreé y con la frente agachada camina hasta encontrar la zona principal. Donde se ubicaban sus dos barras de bebidas atendidas por bartenders extranjeros profesionales, y en medio de todo estaban las mesas junto a sus respectivas sillas, jaulas, mini escenarios, en fin… todo el material para que el show de strippers fuera endemoniadamente original e inolvidable.

Sarah no creía todo lo que veía, era un desastre para ella, mujeres por aquí, hombres por allá y otra clase de desconocidos para ella —transexuales—. Su pequeña mente inocente se paralizó al entrar en aquel salón, y alguien desconocido le toca el hombro y le dice al oído:

—Hola belleza, que tal si vamos a un cuarto. —dijo la voz que no parecía tener un género por definición.

Sarah se asustó, tapó sus ojos con ambas manos y empezó a correr por todo el lugar sin tropezar con alguien o algo… No le importó el dolor en su pie por ese momento de angustia y desesperación, a lo lejos se escucha un grito de advertencia hacia ella que dijo:

— ¡¡Cuidado con esa puerta!!

Sarah no atendió a la advertencia del extraño y estrello su cabeza contra la puerta gris de su camino, cayendo sobre sus posaderas sin lastimarse el pié. Sentada en el suelo, soba su frente del dolor que le causo su desesperación; ella no aguantaba más estar en ese obsceno lugar, pero su intriga se encendió como la cerilla de un fósforo al pensar rendirse, sin ningún motivo aparente, quiso esforzarse para conseguir lo que se propuso desde un principio.

Sarah frustrada, empezó a buscar donde sea, y decidió probar con la primera puerta gris que estaba en frente a ella… Poco a poco fue abriendo la puerta, y mientras hacia eso, su corazón latía mucho y cada vez aumentaba su ritmo, en su pecho se sentía como si martillos golpeaban con esmero. Al abrir la puerta gris, se encontró con una larga cortina de seda amarilla que no dejaba ver mucho detrás de ella solo dos siluetas bochornosas haciendo cosas privadas en un lugar público; Apartó la cortina y observó algo nunca antes imaginado por ella.

— ¿Cómo suponer que una mujer pueda estar en ese tipo de posición frente a un hombre? —pensó Sarah con una cara en estado de trauma, pero totalmente decidida.

Sarah salió en seguida de la habitación, se encontraba con tanta confusión y entró en un estado muy al sur de lo norte que era ella, quizás era por alguna clase de fármacos administrados que perdía la conciencia poco a poco y aunque se arrepintiera en medio de su búsqueda, no pararía hasta encontrar la verdad. Intentó nuevamente con otra habitación, pero esta vez presentía que esta vez no iba a equivocarse, abrió despacio la puerta y al pasar tras la cortina de seda color marrón, observó la silueta de Joshua, detrás de una persona desconocida en medio de un baile erótico que hacía para él.

Sarah enojada, corre en dirección a Jazmín buscando malograrla físicamente. Y en un acto de locura —nunca había sentido celos por alguien— la toma por la cabeza y hala fuertemente para descubrir su cara y dijo:

— ¡Quítate de él perra! —gritó Sarah eufórica.

Con el gesto de halar, desprendió la peluca que llevaba incrustada en la cabeza, descubriendo una extensa y hermosa cabellera dorada.

Buenas tardes.

Saludos.. he tenido la casa vuelta un desastre, pero ya esta todo listo :3. Subiendo el séptimo. :D

Acá está, espero que os guste.

martes, 7 de abril de 2015

Saludos.

Que pasen una muy linda noche, mañana subo el séptimo.

Ojos Grisáceos, [Capítulo VI]

----Capítulo VI “Acosando a la verdad I Parte”----

Una noche impaciente por acabar, gritos de agonía rondando el pasillo, impulsos realizados contra una persona amada… Son algunos de los requisitos necesarios para hacer de un día aburrido, uno inolvidable.

Dentro de la habitación medica:

Joshua sacó la navaja de su pierna y realizó presión sobre la herida para no perder más sangre. Vio a Sarah inconsciente, acomodó su postura (Sarah al impresionarse, quedo en una posición muy mala) y luego fue a una inspección del lugar, pero como Nick se había ido, no quedaba nadie. Luego de una inútil búsqueda exhaustiva, Joshua se rindió y fue a la cocina a buscar algo para aliviar su dolor. Joshua buscaba en la cocina, porqué hay cosas que solo la cocina te puede dar, por ejemplo: el alcohol. En ese caso, el licor estaba en la cocina.

Encontró un botiquín de primeros auxilios cerca de la nevera plateada, dentro de éste, Joshua encontraría unas gasas, alcohol isopropilico, cicatrizante, banditas de Súper Man, hisopos, aspirinas, vendas, antimicóticos, analgésico en spray, acetaminofén y algodones… El botiquín no contenía muchas cosas, sin embargo justo al lado existe una habitación donde hay variedades de medicamentos. Cogió un par de cosas para curar su herida y una botella Armano Ferret Branco importada desde Italia.

Al sentarse cerca de la mesa, destapó la botella y sirvió un poco de aquella delicia de licor en una copa de cristal muy preciosa y delicada, tomó un sorbo y comenzó a desinfectar, curar y cubrir el corte realizado con navaja.

Mientras trataba la herida pacientemente, Joshua pensaba:

—No sé qué hacer ahora, podría dar vueltas y vueltas por la ciudad pero no me ayudaría de nada… Tengo que llevarla a su hogar, y buscar a Nick… Pero, ¿dónde lo encontraré?

Y justo en aquel momento, Joshua alza la mirada descubriendo una nota sobre un papel, En la esquina lleva un dibujo de aquel mapache con lentes oscuros y sombrero que representa la firma de Nicky Romano. —De alguna manera, no se dio cuenta de eso antes—

— ¿Qué será esto? A ver, aquí dice: “tu primera desilusión sabrá cómo encontrarme”. —Joshua lee en voz alta la nota de Nick.

— Porqué siempre tienes que hacerlo de la manera difícil Nick… —replicó Joshua con voz fuerte y cansada.

Joshua no quería esperar un momento más, se cambió la ropa que estaba desgarrada y desesperado partió hacia la puerta, al dar el primer paso fuera de la casa… Recordó a Sarah mas no teniendo alternativa, la cargó en brazos y la llevo a su destino o lo que creía su primera desilusión... Caminando más rápido que de costumbre, Joshua cargaba a Sarah como si fuera una muñeca de trapo a lo largo del trayecto, para conseguir su auto.

Francisco Gómez | Ojos Grisáceos, Capítulo del I hasta el X (Próximamente el XI) 13
Joshua: Que bueno el conseguir una pista de su paradero, no entiendo que de divertido le ve Nick a esto… Bueno, cada quien tiene sus manías y no puedo juzgarlo; es mi amigo y debe tener alguna explicación, y si no la tiene lo matare con mis propias manos. —Aunque Joshua nunca podría matar a nadie, sus palabras no carecían de determinación al cumplir su objetivo—.

Al llegar al parque, se detuvo un momento a ver aquel árbol gigante… Joshua embelesado, observó por tres minutos ese árbol sombrío, sintiendo que alguien o algo lo llamaban silenciosamente. Dio vuelta en la esquina y al mirar a lo lejos se notaba su auto no muy lujoso. Joshua tenía en su posesión un Mercedes Benz SLK-55 AMG 2010, en un color negro metalizado, —gracias a su jefe—. Desbloqueó el auto, abrió la puerta y sentó a Sarah en el asiento del copiloto, bajándole un poco el espaldar para recostarla, acto seguido cerró la puerta y entró al auto para luego arrancar dirección a su destino.

Joshua conocía a Jazmín desde hacía muchos años, refiriéndome a la edad de nueve años. En ese entonces ellos eran una pareja, hasta que ese lúgubre día llegó.

Conduciendo por calles húmedas y vacías, tanto de personas como de esperanzas. Joshua buscaba un bar a las dos de la madrugada, donde encontraría a Jazmín haciendo lo que sabe hacer, dobló a la derecha en la última esquina y entusiasmado dijo:

— ¡ahí está! Ese es, podría jurarlo.

En un letrero muy grande con unas luces dañadas y casi por caerse, se veía el nombre a lo lejos del auto “La Esmeralda”. Joshua no contenía su emoción por descubrir si era la decisión correcta el haber escogido ese lugar para empezar con la investigación, pero no tenía más opción que arriesgarse a pasar vergüenza ante aquella persona.

Estacionó cerca de la puerta trasera por si acaso pasaba algo que arriesgaría la vida de Sarah. Se propuso a pasar tras esas puertas de color verde con un borde plateado y manillas doradas (tenían mal gusto en ese entonces). El ambiente cambio Instantáneamente, paso de ser una noche gris a una habitación estruendosa y desnudista; Joshua notaba la presencia de drogas, alcohol y mujerzuelas con solo respirar dando los primeros tres pasos al entrar.

Este bar no era solo para hombres, no son muy comunes pero, este es un bar llamado las cuatro estaciones, era su seudónimo, ya que fue fundado para el disfrute de caballeros y damas, tanto heterosexuales como homosexuales.

Joshua estaba un poco perdido en el lugar, tenía años que no visitaba ese sitio, aunque solo fue una vez por la misma persona. Observaba todo el lugar en su búsqueda, pero al parecer "ella" lo encontró primero a él; en ese momento Joshua nota una palmada en el trasero y da un salto de asombro girando todo el cuerpo de un lado a otro buscando quien lo había hecho, y al tocarse el pantalón justo en los bolsillos traseros encuentra una nota que decía:

—Te espero tras la puerta roja del final, besos Jazz. —escrita junto con un beso de un labial rojo carmesí.

Joshua arranco una caminata a lo que le dirigía a la puerta trasera, podía ser una trampa, pero no se iba a detener hasta saber la verdad de todo.

En el auto, en ese momento:

Sarah volvió en sí misma y no sabía dónde estaba, curiosa observó alrededor del auto y consiguió una nota junto con unas pastillas para el dolor en general. La nota decía claramente que esperara en el auto por si despertaba y las pastillas eran por si tenía dolores de cabeza o algo parecido. Claramente se tomó las pastillas, luego sin nada que hacer empezó a ver por la ventana, justo hacia la salida del bar, notando como salía Joshua de ella.

Continuando dentro del bar:

Joshua salió de dentro del bar esperando al escritor de aquella nota y tras unos dos minutos se abre la puerta y se escucha:

—Hace tiempo que no te veo por aquí mi amor. —salió una voz aguda pero un poco varonil.

—Hola jazmín. —contestó Joshua.

Al saludarse, Joshua le ofrece el saludo de manos convencional, pero Jazmín tenía otros planes… A lo lejos se ve un abrazo largo y un beso proporcionado por Jazmín.

— ¡Qué repugnante! Déjame en paz ya te he dicho muchas veces que lo nuestro se terminó. —contestó Joshua, desagradado por aquel beso.

Joshua ve a Jazmín detalladamente, pasmándose momentáneamente al notar el gran cambio de Jazmín, parecía un hombre disfrazado de mujer.

— ¡¡Te convertiste en travestí!! ¿Ahora que eres? ¿Qué te paso? —preguntó Joshua, exaltado por aquella incómoda situación.

Mientras que en el auto Sarah estaba viendo todo lo que pasaba entre Joshua y Jazmín, lo que de lejos parecía un travestí, y una escena que le destrozaría el corazón... impactada y a la vez confundida, Sarah pensó:

— ¡¡No lo puedo creer!! ¡¿Es gay?!

Ojos grisáceos [Capítulo V]

----Capítulo V “Una carta llena de razones”----

Anteriormente en las acciones de Nick…

—Yo puedo lograrlo. ¡Tengo que hacerlo! —repetía Nick, con dudas de su objetivo.

El hecho de matar a su mejor amigo era devastador para su estabilidad mental. Él sabía que volver a conseguir un amigo idéntico a Joshua sería imposible. Con una determinación inquebrantable, o así pensaba Nick, y con una navaja afilada, salió a por sus dos víctimas lo más silenciosamente que le permitía su entrenamiento, pero su mente vacilaba en realizar semejante atrocidad.

Nick permanecía a solo tres pasos distanciado de Joshua, sosteniendo su preciada navaja, cuando precisamente hace el intento de cometer aquel error, se paralizó al pensar en aquellos momentos que estuvo junto a él: las risas, trabajos, su familia, los llantos de hombre e infinidades de cosas que vivieron juntos y nunca podría olvidar. Gracias a la pérdida de tiempo pensando, a Sarah se le pasaba el efecto de los dos sedantes inyectados por Joshua en su desesperación por controlarla, recobrando ella consciencia y arruinando el objetivo de asesinar a Joshua, y si era necesario, se vería involucrada Sarah.

Nick temblaba mucho, y su mente no podía más con la situación en la que se encontraba totalmente involucrado. Su corazón dio un vuelco al ver a Sarah pronunciar un clamor doloroso, y no uno de esos simples sin emoción, sino de esos sentimientos dolorosos que vienen de lo más profundo, mas éste no venía solo, lo acompañaban sus grandes miedos tomado de las manos, sonriendo y cantando.
Aquel grito estremeció toda la casa, llenándola de una intensa desesperación. Al escuchar la magnitud de ese grito y ver la expresión de horror en la cara de Sarah, Joshua hizo el esfuerzo de voltear lo más rápido posible (sin embargo ese era uno de los momentos que no podría evitar en su vida), ver a su amigo así lastimaría todos sus recuerdos. Un segundo después, sucedió todo como si pasaran días: muy lentamente en sus mentes, sin embargo, pasó en menos de un minuto.

Nick realizó un alarido espantoso al incrustar la navaja en el cuerpo de su amigo, se iba a volver loco, si es que aún no lo estaba.

— ¡Maldita sea! —Se quejaba Joshua por el dolor.

Joshua observando la herida abierta y sangrando constantemente, dirige una mirada desesperada hacia Sarah; lo que provocaría simultáneamente que ella se desmayara por vivir esa intensa situación. Nick agacha la cabeza mostrando vergüenza por lo que le había hecho, soltó una lágrima arrepentida y solo alcanzó a decir unas palabras:

—Perdóname amigo, si es que puedes… porqué lo que haré no te va a gustar. —enfatizó Nick.

Salió del cuarto muy apenado por sus actos y entristecido corre a un lugar seguro que solo conocía Joshua, pero antes le había dejado una nota en el comedor.

— ¡Maldita sea!, ¡maldita sea!, ¡maldita sea! ¡¿Por qué mierda me hiciste esto, Nick?! —gritó Josh con furia— ¿Por qué tuvo que clavarme esto en la pierna? Como duele esta mierda —decía mientras sacaba la navaja que tenía incrustada en la pierna.

Nick no cumplió su objetivo, en el instante que dirigía la navaja a la yugular, simplemente cambió su objetivo hacia una pierna descubierta, en este caso, la derecha. Aun así, Nick no podía comprender como siquiera se le pasó por la cabeza asesinar a su amigo por una simple orden.

Al salir de aquel lugar, con el que luego tendría muchas pesadillas, se dirigió directamente al escondite: ¿Por qué a nosotros?, no podemos vivir en paz con esta amenaza que nos acecha todos los días, pensaba Nick camino al apartamento.

Ya muy cerca del lugar, se notaban las calles vacías, pasaban los autos cada cierto tiempo, se escuchaban los maullidos de los gatos y los aullidos de los perros cerca de los callejones oscuros… Era muy tarde, iban a dar la una de la madrugada y él ya estaba en la puerta del apartamento. Entró, abrió la regadera y se fue a bañar. Tardó veinte minutos lavándose todo el cuerpo y pensando en las cosas que había hecho. Luego, fue a la habitación y sacó el mejor traje, se sentó en la silla del escritorio y empezó a escribir una especie de carta; parece que se despedía en ella, anotaba todo lo que se le venía a la mente además de las razones por las que hizo esa barbaridad de hace más o menos cuarenta minutos. Le pide disculpas a Joshua y se despide para siempre…

—Lo siento Josh —Nick lanzó palabras al viento con lágrimas en los ojos y tartamudeando.
Buscó una silla, una soga y solo le faltaba encontrar el lugar. Se acordó que le encantaba ver los amaneceres desde una ventana que tenía vista a un gran árbol que era hermoso por las mañanas y oscuro por las noches, y decidió colgar la soga frente a esa ventana. Dejó todo preparado para cuando llegara Josh a pedirle explicaciones acerca de todo lo que pasó, dejando una carta en su mesa de trabajo, se tomó un exquisito trago del Gran Catador y abandonó el resto en la mesa de noche, se ajustó el traje negro Armani con un pañuelo rojo que siempre le traía suerte en sus misiones (lástima que esta vez no iba a ser así). Se montó en la silla e hizo que la soga abrazara su cuello y lo amara hasta la muerte.

—Sólo Joshua conocerá el secreto tras mi muerte, pero tendrá que esforzarse.

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