viernes, 26 de febrero de 2016

Una pasión descontrolada.

¿Qué hago con estos sentimientos? no puedo negarlos sin más, necesito una buena razón para dejarlos atrás, para evitar que se adentren en la jungla de lo que hoy viene siendo mi corazón. Quizá no sea el día correcto para despertar, desearía volver a enredarme en las sabanas y olvidar que el «hoy» existe, porque sin ti, el hoy no puede ser mañana y odio estancarme más que cualquier otra cosa en esta basta existencia. 

Perderte fue como bajar de peso sin quererlo, la incomodidad que causa el no poder usar mi jean favorito, el aire se tomó la libertad de establecer una frontera desde mis caderas hasta mi pantalón y, entre otras cosas, a pesar de que bajar de peso para muchas personas es algo de lo más gratificante, siento que esta pérdida acabó con todo aquello que sentía mío; no es por querer poseer, sin embargo, como lo veo, la posesión puede transformarse en diferentes cosas, y yo, sólo sentía que eras ése lugar donde podía ser feliz, lástima que las señales cambiaron. 

Me he dado cuenta que cuando la felicidad se acaba, cuando ya no quieren entregarte más de ella, cuando tu cuerpo, tu ser o tu alma estaban acostumbrados a recibir tanta felicidad y ya no se la otorgan, es cuando duele más, el juego del productor y consumidor ya no tiene lugar, el consumidor pierde la cabeza al querer producirla, y en ése proceso, cuando sabe que no logrará la misma calidad, muere ligeramente y empieza a vivir un poco más.


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