lunes, 9 de mayo de 2016

Hacerte el amor, sería poco.

Escrito de una persona desesperada.


Solté un leve suspiro que hizo arder la habitación. Aparté la taza de café que dejé a medias y me levanté de la mesa donde estabas tú, sólo tú, únicamente tú… el amor de mi existencia. Fui recorriendo las grietas de la mesa sabiamente cubiertas por un barniz caoba inglés, con mis dedos le susurraba a cada una de ellas el amor que por ti desbordo. Suavemente me desplacé por los rincones que me separaban de ti, llegué a pensar que la mesa era muy extensa; tú, calmada, tan sólo con observar lo que hacía para llegar a tu lado, me tenías amarrado en el tiempo, acorralado… sin embargo, no podía retroceder y no lo hice. Quería tomar tus angelicales labios y ponerle algo de mi salsa infernal, quemarnos un poco para variar, destruirnos mientras diseñamos un nuevo mundo juntos, seríamos todo y nada.

Apretújame con tus amables brazos, ámame, siente lo que sufro y ayúdame a salir de ésta soledad, porque eres mi mundo. Te suplico que hagas esto por mí, porque nadie más puede hacerlo, no conozco nada fuera de él y, no necesito conocer más, porque ya he conocido la esencia de mi vida.

Disfrutemos de la vida que sólo es otorgada una vez, aunque, para los afortunados, dos. Salgamos a la calle, caminemos los confines de la tierra, nademos si es necesario, riamos mucho juntos, hagamos el amor sobre la mesa… hagamos el amor donde todos crean prohibido, con nuestros deseos intangibles, con nuestra plena necesidad de complacer, hagamos el amor con la compresión, locura y ternura que conlleva, que no nos detenga los vientos más fuertes ni las profundas aguas, hagamos el amor todo el día por todos los días desde hoy y para siempre, porque la necesidad de un humano no es sólo comer ni mucho menos tener sexo, es hacer el amor. Y por supuesto, a ella, a la mujer que amo, le hice el amor, como nadie en su vida se lo pudo hacer, y por eso está conmigo, y yo con ella, porque no existe mejor combinación para nosotros que éste amor, que nunca se acabará, a pesar de que nosotros nos separásemos.

Aparté mi mano susurrante de la mesa y, gentilmente, te acaricié el hombro y subí a tu cuello al punto de tocar bajo tu oreja y te propiné unas hermosas palabras a tu oído para luego besar tu mejilla, cosa que te hizo sonrojar y desconocer el punto focal de tu mirada. Sostuve tu hermosa y delicada quijada con la simple excusa de buscar tus labios, y los encontré, sin embargo, siendo el cazador, terminé en una de tus mortales trampas, cosa que sabíamos con certeza que iba a pasar.

Nuestro amor no es fácil, ni mucho menos perfecto, quizá caótico y angelical, pero es nuestro, podemos hacer la mejor de las maldades o la peor de las bondades, tenemos opciones, muchas de ellas, y entre las muchas que tengo, al menos el noventa y ocho por ciento, eres tú.


"Seamos libres en esta prisión que es la vida".



Creo que es lo mejor que he escrito, porque me esforcé en escribirlo por ti y para ti. Te quiero, y tengo la seguridad de que pronto te amaré. 


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