sábado, 3 de octubre de 2015

¡Tengo un corazón!

Desconecté mi corazón, no sé si sea para siempre, pero lo cerré para cualquiera que merodee cerca de él. Yo estaba ciego, y aunque no haya abierto completamente los ojos, hoy me he dado cuenta de que no le he dado la importancia suficiente ni mucho menos la atención que debería de darle a mi tonto e iluso corazón; aunque él no sienta más que sangre pasar por su cuerpo, y que mis sentimientos estén en el cerebro, seguiré diciendo que mi corazón no está abierto. Ya terminó su larga jornada de sufrimiento y necesita descansar aunque sea por unos años. 

Decidí protegerlo de todas esas amenazadoras fantasías con extrañas en la calle, por algo, era iluso; decidí quererlo por sobre todas las cosas, ya que él me hace ser quien soy. Nunca más volveré a dejarlo solo, estaré a su lado siempre. Lo golpearé cuando necesite recapacitar los actos que provocan en mi persona, y cada noche soñaré junto a él. De no amarlo, no podría tenerlo pegado en mi pecho cada día, lo arrancaría si lo odiara, pero no es el caso; es como un niño pequeño, se cae y sus rodillas salen perjudicadas en el pavimento que es la vida, cuando eso pasa, suelo encerrarlo en su cuarto y castigarle para que medite sobre sus acciones.

¡Pero estoy haciendo mal!, debería limpiar sus heridas, tomar su pequeña mano y decirle que todo irá bien, proponiéndole: ¡corramos juntos esta vez!. Si llegamos a caer, nos levantaremos, nos limpiaremos la ropa y caminaremos hacia el atardecer, si es que hay uno. Pero si llegamos a encontrar eso tan digno del amor, nos ataremos a el como un niño sujeto a las piernas de su padre cuando debe irse al trabajo. No pelearemos más, refutaremos nuestras premisas hasta que lleguemos a un buen argumento, luego de eso nos abrazaremos y nos tiraremos al suelo, si tan sólo pudiéramos volar como en nuestras mentes no estaríamos aquí, ya estaríamos en búsqueda de nuestro amor eterno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta de una manera eficaz y sana.