lunes, 11 de enero de 2016

Es bueno estar de vuelta.

A menudo ocurren circunstancias donde nuestras emociones y personalidades se ven afectadas; me atrevería a decir que, esas decisiones, por pequeñas que sean, forjan nuestro futuro «ser». Parecido a la acción de una pequeña roca que cae desde la cima de una montaña, y por arte de “magia”, dé lugar a un derrumbe que nos deje la vía colapsada por un par de horas, días, meses o tal vez años. Debería estar orgulloso, porque por primera vez, desde que tengo uso de razón, tengo una pista enorme para ser feliz.  

Indagando en libros he percibido «levemente» pistas que llevan a muchas conclusiones que pueden llegar a colisionar entre sí, o no tener sentido alguno, pero, tratan de lo mismo… un largo camino repleto de hojas, una playa dulce llena de aves, un universo entero que te ayuda a encontrar la manera de ser feliz, y esa es tu mente. Tenemos el poder de nuestra felicidad escurriéndose por nuestros dedos y no hacemos nada para retenerlo. 

No podría obsequiarles la receta perfecta para llegar a la cumbre plena de esa emoción tan efímera como lo es la felicidad. Sin embargo, dejaré pistas para que la felicidad que llevan dentro, cautiva y sin derecho a visitas conyugales, pueda sentir el aire de libertad que tanto ha anhelado detrás de esos barrotes de injurias.

Yo afirmo que lo haré pero, a decir verdad, hay que dejar reposar las ideas para que se solidifiquen y constituyan un todo dentro de un contexto adaptable a cualquier situación.

Cuando sientas el mundo arder, cuando veas el caos y no sepas dónde esconderte, rechaza la idea de huir. A pesar de que dar la cara a lo desconocido, a primera impresión, puede resultar aterrador e incierto, puede apaciguar el alma. En muchos casos, falta un gran empujón hacia el abismo existencial que te conducirá a librarte de todo en lo que te escondes y, ser sincero, primeramente contigo, para que a la final, cuando te toque ajustar cuentas, el balance general de tu vida lleve un equilibrio el cual no te haga arrepentirte de las «decisiones» que has tomado.

La felicidad no es fácil de alcanzar, otórgate metas y sueños que cumplir; la mente ocupada no divaga en la desesperantemente encantadora soledad. Y, por último, cuando veas la más mínima abertura que se abra en esa enorme puerta de hierro, corre lo más rápido posible para poder ver a través de ella, porque la ardua batalla que has luchado, merece un momento de tranquilidad para admirar la puesta de sol más hermosa que jamás has imaginado, una que querrás ver por siempre, pero que sólo dura unos instantes… por desgracia.  

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