domingo, 5 de abril de 2015

Ojos Grisáceos. [Capítulo II]

----Capitulo II "Un amigable inconveniente"----


Y así pasaron los siete segundos en donde acontecían miles de hechos y conversaciones simultáneas, planeando cada respuestas como si se conocieran desde hace mucho tiempo, pero a ninguno de los dos se les escapaba una palabra, con solo el simple hecho de verse era más que suficiente para sus mentes, claro, hasta ese segundo que llegaron a pensar en hablar, pero uno de ellos tenía miedo y lo único que se le ocurrió fue correr.

Joshua: — Ho-hola ¿Qué-que haces a-aquí? —dijo Joshua con un gran nudo en la garganta.

Ella no contestó, se inundó en pensamientos e hizo lo primero que se le ocurrió después de haber pensado tanto, llegando a la conclusión de tres simples palabras: ¡Corre Sarah, corre!

Sarah: No sabía que estaba haciendo allí, pero en el momento que lo vi mi corazón empezó a palpitar muy extraño, normalmente tenía que tocar mi pecho para saber que aún seguía dentro de mí, pero esta vez, hasta mi alma quería salir y respirar. Ni el cansancio de correr hizo a mi corazón latir así, tan fuerte, furioso y calmado a la vez. Estaba llena de presentimientos, no sabía qué era, yo solo quería una foto, pero nunca pensé que me lo encontraría cara a cara, aunque estuviera prácticamente muy lejos de él; gracias a la cámara pude ver que eran quince metros que se convirtieron en centímetros y estaba temerosa de todo, así que quise escapar de ahí corriendo. Y cuando fui a dar la media vuelta no me esperaba tropezar con una de las pocas piedras que me haría caer causa de mi huida desesperada del lugar.

Joshua: Bajo esa tenue luz y esta brisa acogedora, ella y su cabello se veían resplandecientes, sin embargo, su cabello rojizo era tan hermoso, tanto así que parecía tener vida propia. Tenía tantas ganas de acercarme a ella, quería saber su nombre, su dirección, su apodo… Quería saber todo de ella, pero no me lo permitió, ¿por qué se fue corriendo?, y eso que solo llegué a pronunciar unas pocas palabras tartamudeadas que fueron ignoradas como si se tratase de un vagabundo pidiendo limosnas —su mente despertó un segundo después—. ¡Ella se ha caído! y salí corriendo lo más pronto que mi mente pudo reaccionar a tal acción.

Sarah en el suelo y Joshua salió corriendo tan pronto pudo reaccionar ante la caída de Sarah, al llegar se aseguró de que el daño no fuera grave, aunque sí, era necesaria la intervención de un médico.

— ¡Se-señorita! ¿Se hizo daño? —preguntó Joshua con tono preocupado.

Sarah no contestaba, solo hacía pucheros como si fuera una niñata, dejando ver unas lágrimas por la herida que le causó la caída.

Al no escuchar ninguna respuesta de Sarah, Joshua se percató de que tenía una herida en su tobillo, quizás era algo simple como un esguince, pensó, y también se dio cuenta de que la cámara estaba rota ya que Sarah le había caído encima de la misma, fue entonces cuando Joshua cogió la piedra del suelo, la que provocó el accidente, y la guardó en su bolsillo, para después cargar a Sarah como si cargara a un saco de papas, (bastante hilarante la inesperada situación).

— ¿¡Qué haces!? ¿Cómo se te ocurre hacerme esto? ¡Bájame ahora! —gritaba ella, colgada en el hombro derecho de Joshua, golpeándole la espalda para que la bajara—. ¿¡No me escuchas o qué!? ¡Yo puedo caminar sola!

—Bueno, si tanto lo quieres así —dijo Joshua, quien no podía seguir ignorándola.
Entonces Joshua bajó a Sarah, y dijo:

— ¡Ya está! Casi sana y salva donde quieres estar, espero que llegues a donde quieras ir, nos vemos luego —Embozando una sonrisa preocupada al salir caminando, dejándola atrás junto al sol que estaba en proceso de dormir.

—Muchas Gracias, ya te puedes ir. —dijo Sarah con voz tranquila.

—Está bien, nos vemos.

Joshua empezó a caminar dándole la espalda a Sarah, despacio para que le diera a ella tiempo de llamarlo y él escuchar, acto seguido ella empezó a tratar de caminar, pero su pie le dolía mucho.

Sarah: ¿Por qué me pasa esto a mí? Yo solo quería escapar de este lugar donde mi corazón quería estar, pero mi conciencia no me dejaba, hice lo que pude por salir de ahí, y lo que me dieron fue estar más cerca de él. Ahora no puedo caminar, y no tengo amigos, ¿algo hice mal en la vida por lo que me están castigando ahora?, creo que es hora de perder el orgullo y llamarlo.

Sarah apenada afrontó la situación, y aunque ella no sabía que él quería ayudarla por sobre todas las cosas, lo llamó con voz avergonzada:

— ¡Ey, espera! ¡Por favor, ayúdame!

En la mente de Joshua aquellas fueron las palabras que más deseaba escuchar en ese momento. Se detuvo, pensó un poco y volteó muy lentamente.

— ¿Me llamas a mí? —contestó Joshua en tono sarcástico.

—Si, por favor… Ayúdame, ¿puedes?

—Está bien, si me lo pides así, no puedo rechazarte, además, no creo que puedas salir de esta tú sola. —dijo Joshua disimulando su ansiedad por ayudarla.

—Muchas gracias, pero esta vez me cargas de otra forma —respondió con voz tierna y firmeza—, ¿¡quedó claro!?

— ¡Si señorita!, la llevaré con un amigo para que le vea el tobillo.

— ¿Un amigo?, ¿por qué no me llevas al hospital que está dando la vuelta a la esquina? —respondió Sarah, un poco preocupada.

—La verdad, confío más en mi amigo que en los hospitales… Solo llamaré y le avisaré —dice Joshua tranquilamente—, además, está por aquí cerca.

—No confío mucho en las personas —respondió Sarah, sospechando que le estaba ocultando algo, pero al no imaginarse qué era, continuó—, pero aun así te diga que no, me llevarás… ¿Y a qué esperas? Cárgame y vayámonos.

—En eso tienes razón, bueno vámonos. —contesta Joshua con una determinación de hierro.

Y así fue como Joshua cargó a Sarah en la espalda, ella estaba raramente tranquila con él, era muy extraño, pero sin saber qué era eso que sentía, ella disfrutaba cada momento que estaba con él, recostó su cabeza sobre hombro de Joshua y percibió un olor agradable, pareciéndole que era esa colonia bastante popular por allá en Italia, una llamada “Bvlgary Man”, al momento se quedó como si estuviera en coma. Un hombre de unos veintisiete años, de ciento ochenta centímetros de estatura, bastante fornido (Sarah pensó que quizás iba al gimnasio), con una voz que calmaría a cualquier persona; le gustaba escucharlo hablar con su manera desafiante y educada. Tantas cosas que pasaban por su mente y eso que solo la estaba llevando en silencio por la calle donde no pasaba casi nadie, una calle oscura dirigiéndose a donde encontrarían al amigo de Joshua que es médico.

Esa noche sería la primera que pasarían juntos; empezando ahí, en ese hermoso parque que un día se convertirá en el recuerdo de la primera vez que se vieron con aquellos ojos perdiéndose en el momento. No lo sabían, sin embargo esa noche se convirtió en la primera pizca de felicidad, una extraña felicidad, pero al fin y al cabo la felicidad no viene en envases iguales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta de una manera eficaz y sana.