jueves, 9 de abril de 2015

Ojos Grisáceos, [Capítulo X]

----Capítulo X “Memorias del pasado”----

Tantas cosas que pasan en el mundo, miles de autos contaminando el ambiente y muy pocos tratando de “salvarlos”; millones de acciones producidas por el ser humano, y todo esto tenía que pasarle a Sarah. Muchas veces se escucha por las calles que todo sucede por una razón; pero no es más que otro enroque de la satisfacción que se necesita cada día para que las cosas malas sucedan porque si, y las cosas buenas sucedan porque las hemos pagado momentos atrás. Una vida no paga la muerte de otra, y sólo a los psicópatas le satisface tal atrocidad. Si se colocan a leer más y empiezan a escuchar mucho más aún de lo que les gusta hablar, estarían colocando el primer paso firme para cambiar esta indiferencia hacia lo que no se entiende. Con el tiempo, podrían salir de ese caparazón simbólico y empezar a desplegar aquellas alas que los llevarán sin prisa, lejos de las cadenas que matan la conciencia de cualquiera, convirtiéndolos en algo que los haría arrepentirse por años.

No es fácil, ni mucho menos imposible salir de ese encierro; es como ser diminuto y estar atrapado en un vaso vacío... Pero se puede intentar salir, y aunque las rodillas sangren todos los días, siempre habrá algo que te permita levantar la frente y ver hacia el camino de tus sueños, haciendo que toda esa sangre y lágrimas no solo valgan la pena, sino que esos líquidos hipotéticos llenarán el vaso donde podrás llegar a la cima y gritar que si se quiere, se lucha y al final todo en la vida se puede; con un grito de júbilo, celebrarán la salida de esa prisión.

Para Joshua, los primeros años de su vida no fueron los más fáciles; tenía que llevar una vida diferente a los otros niños del vecindario que se la pasaban jugando en la calle, mientras que él no podía salir a su antojo. Esto, lo llevó a tener un amplio vocabulario a tan temprana edad y pensar de una manera en que un niño no lo haría, convirtiendo sus conversaciones en algo que no era tan infantil, pero gracias a su tío el cual lo acompañaba a los parques para que no sufriera mucho el estress de una familia perteneciente a la mafia italiana. Porqué Joshua era lo suficientemente importante para ir desarrollando el potencial del futuro jefe de Montreal. Puesto por el cual más de uno mataría, ellos estaban en proceso de una nueva ley impuesta sobre esa familia, y como se aprobó por el consejo familiar, el peligro hacia Joshua era mucho mayor que antes.

Tiempos atrás, hace veintidós años:

Se abre la puerta principal de una casa enormemente hermosa, con jardines verdes y flores coloridas, donde entra un señor mayor trajeado impecablemente:

— ¡Josh! Sobrino querido, ve a alistarte, hoy salimos al parque. —dijo Frank con son de orden.

—Está bien tío, ¿hoy compraremos pan como el sábado pasado? Quiero volver a alimentar a las aves del parque. —respondió Joshua tímidamente y entusiasmado.

—Si sobrino, este es tu día, podemos hacer lo que quieras. Sabes que eres como un hijo para mí. —dijo Frank, mientras se agachaba para ver directamente a Joshua a los ojos y preguntó—, ¿Te acuerdas de Duke?

—Sí, tío. —respondió agitando la cabeza infantilmente en afirmación.

—Él es cinco años menor que tú, pero cuando sean grandes, quiero que se protejan el uno con el otro. 
¿Está bien? —dijo Frank revolviéndole el cabello a Joshua y haciendo un poco de fuerza.

— ¡Sí, Esta bien! —respondió Joshua irguiendo el cuerpo por el peso de aquella caricia de su tío.

— ¿Sí, está bien qué? —dijo Frank alzando un poco la voz, tratando de marcar su jerarquía,

— ¡¡Si, Señor!! —contestó Joshua, haciendo un saludo militar muy infantil.

—Para la próxima que se te olvide, llevaras un coscorrón. ¿Entendido? —añadió Frank.

— ¡Entendido! —afirmó Joshua.

Frank lanzó un coscorrón a Joshua. —Te lo advertí. —dijo Frank y Joshua confundido gritó.

— ¡¡Tío!! ¿Porque lo hiciste? —manifestó Joshua sobándose la cabeza.

— ¿Cómo puedes ser tan olvidadizo muchacho? Cuando yo tenía tu edad me aprendí toda la tabla periódica y todo un libro completo de alguien que tú ni conoces. —contestó Frank con unas de las muchas hazañas de su vida.

— ¿Y viste algún dinosaurio? —preguntó Josh muy esperanzado y con sus ojos grises resplandecientes.

Frank lanzó otro coscorrón y mando a Joshua a bañarse para salir.

— ¡No salgas hasta que estés completamente vestido! —dijo Frank—, ¡¿Qué edad cree que tengo yo?! ese muchacho, a veces no sé qué hacer con él. Pero bueno, tengo que hacer algo para que se distraiga, porque si no perderá su niñez. —susurró Frank para él mismo.

Al Joshua estar listo, Frank lo llevó al auto y fueron juntos hasta una panadería que estaba en toda la esquina, cerca de un parque muy grande con un árbol acogedor. Se bajaron a comprar pan y dejaron el auto para caminar hasta el parque. Mientras que caminaban bromeaban juntos y con las manos migaban el pan para ofrecerlo a las aves. Buscaron donde sentarse, probando tres bancos, pero prefirieron sentarse en las raíces de un gran árbol.

— ¿Aún te acuerdas como darles de comer Josh? —preguntó Frank.

—Creo que si tío, lo intentare. —respondió Joshua.

—Está bien, inténtalo. —dijo Frank.

Joshua tenía casi todo el pan en migajas, pero tenía unos trozos bastante grandes para ser migados. Agarró un pedazo grande de pan y cuando se postró el ave en busca de comida, Joshua lanzó con todas sus fuerzas el pan; pero la paloma al ser más ágil lo esquivó muy fácilmente y salió volando.

Frank le da un coscorrón a Joshua y dice:

— ¿Cuantas veces tengo que decirte que no se hace así? —preguntó Frank—, dar de comer a las aves se hace despacio, suavemente y con un puñado de migas, no con el pan completo. ¿Entendido? —replicó Frank.

— ¡Ay, ay, ay! Duele mucho. Está bien, entendido ¡señor! —contestó Joshua sobándose la cabeza nuevamente.

—Así me gusta. —respondió Frank con una carcajada de viejo, y luego se tapa la boca para toser.
Siguieron dando de comer a las aves durante una hora hasta que acabase con las migas. Como era de mañana, tenían mucho tiempo para relajarse y conversar, comer dulces y jugar juntos. Pero no solo estaba su tío en el parque, siempre pasaban personas que hacían ejercicio y los que paseaban con sus hijos... Había una niña escondida en los arbustos, la cual estaba embelesada observando el gran árbol y a las dos personas que estaban ahí, debe haberse perdido. Aunque nadie sabía que estaba ahí, a lo lejos se escuchan unos gritos y Frank voltea, observa a un señor no tan mayor, de unos cuarenta y nueve años (Llevaba una camisa gris con una chaqueta de piel sintética y jeans azules), Llamando a una niña.

El señor gritaba con las manos posadas alrededor de su boca y siempre al mismo nombre:

— ¡Sarah! ¿Dónde Estás? —Como no respondía, siguió llamando— ¡¡Sarah!! Sal de donde estés. —Se escuchó este gritó, con un poco de desesperación.

Mediante gritaba, se iba moviendo por el parque tratando de encontrarla. Frank estaba en el árbol enorme con Joshua, y el señor pasó muy cerca pero sin molestarlos. Como Frank entendía la preocupación de ese señor quiso ayudarlo y se acercó a él un poco angustiado.

—Señor, si gusta puedo ayudarlo a buscar a su hija. —dijo Frank.

—Sería de gran ayuda, mi nombre es Robert mucho gusto... ¿Su nombre es? —preguntó Robert, muy educadamente.

—Soy Frank, un placer... y dígame ¿a quién buscamos? —contestó Frank, mirándolo fijamente.
—Cierto, se llama Sarah y no es mi hija, es mi nieta y creo que me quede dormido mientras ella jugaba sola; cuando desperté no estaba y desde entonces llevo más o menos quince minutos buscándola. —dijo Robert—, Ella tiene apenas seis años, cabello rojo, piel blanca y unos ojos inconfundibles. —describió lo más reconocible posible.

—Entendido, vamos en su búsqueda. Nos separamos y así abarcamos más territorio. —sugirió Frank, para hacer la búsqueda más rápida.

—Me parece grandioso, bueno ¿Qué esperamos? adelante. —Al finalizar estas palabras, salieron en búsqueda de Sarah, una niña muy hermosa de cabellera roja ¿Cómo podría ser difícil esta búsqueda? Si el cabello rojo delataría su posición.

Robert salió a la búsqueda, mientras que Frank se quedó un momento para decirle a Joshua que esperara en ese lugar un rato, y siguiera alimentando a las aves mientras el buscaba a la niña perdida. Frank emprendió la búsqueda y buscó otro lugar donde pudiera estar, omitiendo un gran arbusto verde donde se escondía Sarah de todo el mundo, a pesar de estar muy cerca de ellos.

Minutos antes de que se escapara Sarah, todo estaba tranquilo. Ella se encontraba jugando con unas hojas de un color verde intenso y pensaba que le quedarían bien en el cabello; así que se colocó una, como si se tratase de una rosa. Muchas mujeres se sienten hermosas al llevar una rosa en el cabello; no obstante, Sarah se sentía aún más hermosa con solo tener una hoja, una simple hoja que cayó de un árbol. Se sentía tan feliz que volteo a enseñarle a su abuelo Robert; y lo que ella menos pensaba sucedió al ver a su abuelo apuntando con la cámara para atrapar ese momento mágico.

No hay día que su abuelo no recuerde la cara de felicidad que tenía Sarah. Luego de tanto sufrir, ella aún podía sonreír y de la manera más tierna posible. Su cara de tez blanca, sus mejillas rosadas y algunas pecas que parecían pintadas con pincel (de la perfección que poseían). Luego de tomar la foto, Sarah siguió jugando mucho más... Robert tuvo que trabajar horas extras en el trabajo y no pudo dormir mucho, así que de un momento a otro quedó rendido en el banco donde se encontraban.
Sarah curiosa de la vida, con seis años y su inocencia, alzó la cabeza y vio un pequeño animal de cola peluda con una nuez en las manitas y con la boca tratando de abrirla. Su primera reacción al verla, fue correr hacia ella y tratar de agarrarla, pensaba que era muy tierna y quería abrazarla fuertemente. Sarah en el camino de agarrar al pequeño animal se perdió, pero continuó buscándolo y vio cómo se subía a un gran árbol.

Ella no sabía trepar arboles así que ideó un plan maestro (según en sus pensamientos, era un plan “Maestro”, pero hay que darle mérito por el gran plan que pensó). Esperaría escondida en unos arbustos para que el animal no observara amenazas y bajara de su escondite, mientras ella se mantendría quieta para poder salir corriendo buscando un abrazo lleno de ternura.

Mientras Frank y Robert buscaban a Sarah, ella estaba muy tranquila acostada boca arriba dentro de los arbustos que se encontraban muy cerca de donde ellos se detuvieron para hablar. En ese momento Joshua estaba fastidiado sentado dando de comer a las aves solo, pero de imprevisto escucho algo que venía de unos arbustos. Su naturaleza curiosa lo empujó más allá para investigar qué era aquello escondido detrás de esa incógnita verde y esponjosa tambaleándose por la fuerza de la brisa que tenía lugar ese día.

Sarah no se distraía ni un minuto para capturar al animal que sus alimentos recogía, sus pequeños ojos se hicieron un poco más grandes al ver como salía el pequeño y peludo animal del árbol, bajando lentamente. Mientras que el animal se ubica bajo el gran árbol, posándose en sus dos pequeñas patas observando todo el lugar buscando alguna amenaza, Sarah se preparaba para dar un salto de los arbustos y correr a cogerla; lo que ella no había planeado era lo más inesperado de su vida, Joshua se decidió y fue corriendo a los arbustos.

Muchas veces cuando se presentan competiciones en base a sincronización, a las mismas les hacen falta una tan perfecta como la que ocurriría en ese lugar. Joshua con apresuro fue a investigar y Sarah distraída realizó un gran salto que asombró a Joshua y cayeron juntos en la grama sin hacerse daños grave.

Joshua abrió los ojos y vio que tenía cabello rojizo por todos lados, y estos no lo dejaban respirar; Sarah se reincorporó fácilmente, pero solo alzó la cabeza. El choque de esa mirada inopinada desataría una aparente aceleración en el corazón de ambos, quizá no era por el color de sus ojos (destacando que eran realmente hermosos), sino la forma en que la vergüenza provocada por esa situación imprevista por aquellos cuyas miradas besaban su alma sin siquiera saber que es un beso de amor, lo que conlleva y su significado emocional.

Apenados, con movimientos bruscos, los dos pudieron separarse. Se podría comparar sus caras con cosas rojas como tomates, porque por primera vez sentían tales cosas en sus pequeñas e infantiles mentes. ¿Quién dice que el amor infantil no tiene lugar en esta vida? Nada es imposible, pero para que todo sea posible, hay que escoger el camino con más piedras que tropezar; porqué de los errores se aprende y de los consejos también. Aunque no todos tengan la misma suerte o capacidades tanto intelectuales como físicas que poseen los demás, siempre se puede ser lo que se quiere y para mejorar hay que tener en la mente el esfuerzo con su debida perseverancia.

Joshua estaba sentado a espaldas de Sarah con la mano derecha tocando la parte trasera de su cabeza e inclinándola por el rubor que sentía, entretanto Sarah, se encontraba sentada con las manos detrás de su espalda apoyándolas en la grama mirando hacia el cielo con las mejillas tan rojizas como su hermosa cabellera y a la vez jugaba con sus pies.

Joshua ve que la situación es bastante incomoda, y al pasar tres minutos de completo silencio, se decide en voltear y tratar de sacarle algunas palabras de la boca de Sarah.

—Te llamas Sarah ¿no? —dijo Joshua, sospechando de la niña perdida.

— ¿¡Cómo sabes mi nombre!? —Sarah soltó un grito muy agudo— Espera, ¡Yo no soy Sarah! —dijo ella, tratando de confundirlo.

—Pero si acabas de decir que era tu nombre ¿Cómo piensas que caeré en tu trampa de mujer niña? —contestó Joshua, buscó su mirada y dijo.— ¡Nunca te diré como te reconocí! —sacando la lengua en forma de burla.

— ¡Dime! ¿Nunca te he dicho mi nombre? —dijo Sarah un poco asustada, y a punto de romper en llanto, pero solo salió una lagrima a saludar.

Joshua quería hacerse de rogar, pero aquella mirada tan desolada y aquella lágrima que abrazaba la cara de Sarah no eran demasiado bueno para su conciencia. Se detuvo un minuto a pensar a ver si su boca estaba de acuerdo en decirle la verdad, por más tonta que sea la misma, en total fueron diez veces que pasó la situación por su mente, nueve veces en negarlo todo, pero la única vez que acertó con decirle la verdad fue la ganadora; porque su mente no se sostenía en que ganara la mayoría, sino realmente en quien tuviera la razón en el asunto.

Él, a su manera le contó lo que había pasado minutos antes de encontrársela bruscamente y le dijo a Sarah «Si no te das prisa, tu abuelo se irá sin ti», terminando con ese clásico final para asustar un poco a esa niña que poco conocía.

Sarah se levantó y le exigió a Joshua que la acompañara a buscar a su protector (como ella le dice a su abuelo). Joshua a lo lejos de ponerle restricción a su petición, aceptó muy amablemente y empezaron la búsqueda del abuelo de Sarah. Estos niños salieron del parque caminando por la acera que rodeaba el parque, una enorme y rectangular área llena de árboles, flores, pequeños animales, caminos para las bicicletas... resumiendo, un frondoso y hermoso lugar verde pintoresco para permanecer adormecido de sentidos.

Entretanto Frank, Robert, Sarah y Joshua estaban ocupados buscándose entre sí por parejas. En un lugar a las afueras de la ciudad se estaba llevando a cabo una reunión, dentro de una bodega, alrededor de una mesa hexagonal, donde en cada punta iba sentado uno de los seis jefes pertenecientes del gran espectáculo de las mafias Montreal. Se escucha el sonido de un puño furioso marcando orden.

— ¡¡Hay cosas más importantes en la mesa para resolver, que estar hablando sobre mi sucesor!! caballeros últimamente he observado el problema que tenemos con los drogadictos que se creen distribuidores, o aquellos que intentan vender armas escondidos cerca de las calles 43, 95 y la 17 y no han hecho nada para evitarlo, o detenerlos. —expresó con autoridad el valeroso sexto y mandatario de los otros cinco, poseyendo un nombre que causaba temor a donde se pronunciaba, aquellos que lo escuchaban temblaban de miedo y se arrodillaban pidiendo perdón sin haber hecho daño.

—Señor, disculpe mi intromisión, ¿pero no se convocó esta reunión para hablar acerca de lo que se podía hacer o no en una guerra de sucesores? —dijo el segundo escondiendo el cuello con los hombros, siendo este uno de los jefes nuevos y apenas estaba aprendiendo a ser uno.

—Estoy de acuerdo con la nena del grupo —respondió el cuarto a favor del segundo. Se tiene que destacar que este jefe, es una mujer un tanto varonil pero con la belleza de siete mujeres en sus mejores épocas.

Mientras el quinto trata de levantarse, el primero se ríe de su incapacidad debido a su vejez. Cuando los fieles subordinados terminan de ayudar al quinto, estos apuntan con sus armas hacia el primero, pero el quinto no deja que le disparen al primero bajándoles las armas a sus subordinados y susurrándoles algo al oído.

—Sexto, con el debido respeto le hago una aclaración. —dijo educadamente el quinto y siguió hablando. —Nuestra familia se hizo cargo de esas tareas ayer por la tarde, aquí le tengo los informes y las fotos. —Con su mano derecha hizo un gesto para que Tony (subordinado más fiel del quinto), le acercara los papeles al sexto, y pasados unos minutos siguió hablando el quinto. —Aclarando la situación a este punto, ¿podemos dar lugar a lo que hemos venido todos? —exigió con una moderación de voz intelectual.

— ¿Sufrieron lo suficiente? —preguntó el tercero con una sonrisa inquietante.

— ¿Por qué no lo ves por ti mismo? —respondió el quinto acercándole una videograbadora con el recuerdo grabado de aquellos que sufrieron por no acatar órdenes.

Por un momento la habitación parecía un congelador donde se guarda la carne, pero con la diferencia de que todos estaban callados y sonaba en la videocámara los gritos tan feroces por parte de los desobedientes.

— ¡¡No!! ¡Para por favor, no me hagas daño! ¡¡NOO!! —Es lo que se escuchaba en la grabadora, aparte de los chirridos que ocasionaba su voz por cada parte de su cuerpo rasgada y desmembrada.
En total fueron más de diez videos, a veces con grupos de tres personas o solitarios. Pero cuando estaban en grupos, estos tendían a gritar más fuerte o a temer más, tan solo pensar en que alguien está sintiendo lo mismo que otro los desespera y más si son sus amigos.

—Que divertido, quisiera ir la próxima vez. ¿Crees que hay lugar para mí, quinto? —dijo el tercero con un brillo muy espeluznante en los ojos.

—Creo que si se puede arreglar eso, pero tendrás que llevar tus propios hombres. —contestó el quinto sin mucho apresuro. Le parecía repulsivo el tercero y sus ganas de ver muerte en todo lugar.
— ¿Pueden parar este espectáculo tan ridículo? No tengo mucho tiempo que perder con idioteces de maricones, ¿vamos a comenzar con la discusión o me largo? —dijo el cuarto exasperado.

—Ahora comenzará el tema principal de esta velada señores, ya saben las reglas. —dijo el juez de la mesa, que decide arbitrariamente sobre todo lo marcado, no había otro como él, tan leal a la mesa.
Se abren las puertas llenando de luz la habitación que carecía de la misma, pasa un hombre enorme y con músculos más grandes que su propia cabeza, cuando va caminando acercándose a la mesa, reconoce que es suficiente y se detiene. Detrás de él, sale un hombre un flacuchento con unos papeles donde se especificaba la situación del tema que iba a comenzar a ser discutido; se los entrega al juez y luego se va con el grandullón fuera de la habitación.

El juez comienza una breve charla, se levanta y empieza a repartir los documentos a cada uno de los señores de la mafia, cada documento era especial, porque tenían información que necesitarían para la prueba que se llevaría a cabo al finalizar la reunión.

Todos se mantienen callados mientras el juez termina de repartir, viéndose las caras con una expresión de odio, nadie se llevaba bien en ese lugar, todo era odio hacia los demás, a menos que se trataran de aprovechar de un señor estos se mantenían con la expresión de la indiferencia, repeliendo todo efecto malicioso de los pensamientos que se mantenían guardados en esa caja de recuerdos que se llama pensamientos.

El juez tomo asiento y dijo: «Pueden abrir los sobres que tienen a su alcance», todos abrieron los sobres excepto el sexto, y aunque el juez se haya dado cuenta de que era una protesta, lo vio como un reproche de niño que no quería obedecer a su madre cuando le exige que vaya a dormir temprano; y aunque no lo abriera, el sexto tenía que permanecer con el sobre, porque de no hacerlo este estaría ignorando las ventajas que le da esa información con respecto al pequeño juego que está destinado para elegir al nuevo sucesor, y a pesar de que el tiempo en que este culmine es incierto; ya que pueden ser días o décadas en los que alguno de sus predecesores tome el mando, ya se dio comienzo con las reglas acerca de lo que llamarían un juego por el mandato de la mafia en esa zona.

—Aunque no abran los sobres, les informaré que seguirán en la misma situación, ya saben a lo que me refiero. —dijo el juez y continuó hablando. —Como pueden ver, tenían mucho tiempo sin reunirse, la mayoría de las veces por los problemas del sexto. —Mientras que con sus manos hacía los símbolos de comillas, queriendo destacar las faltas que ha tenido y dándoles a saber que prácticamente mentía sobre su situación, alargando el tiempo. —Si hubiera pasado más tiempo, tendríamos que tomar una decisión y expulsar al sexto. Pero tuvo buena suerte en venir, ya que solo quedaba un día para tomar esa decisión, como juez debo ser justo y no sería justo si no les comparto mi opinión acerca de esto. —dijo esto, y poco después el sexto levantándose de su silla, postró sus manos al escritorio que tenía en frente de él, y marcó un impresionante estruendo, era una bestia cuando se trataba de fuerza, o eso pensaba él; sonido por el cual a más de uno alertó, aturdiendo al quinto y logrando que todos los guardaespaldas de aquellos grandes señores (no por su estatura, sino por su poder), sacaran sus armas y teniendo por objetivo al sexto. Se pudo escuchar a más de uno maldecir el nombre del quinto, y este eufórico dijo: — ¡Aquí el jefe soy yo! Un maldito consejo o juez no va a validar algo que yo no consienta, y mientras yo siga respirando nadie se moverá sin yo saberlo ¡Malditos bastardos!— Cuando terminó de hablar, sacó un arma un tanto extravagante enteramente de oro con detalles de diamantes, apuntó al juez y con su dedo realizó siete disparos, el primero rozó la yugular y las demás acertaron en la cabeza y en su corazón. Luego de eso, todos los de la habitación guardaban silencio, solo quedaba el retumbo de los oídos por los disparos, aunque por la costumbre de esas situaciones no era muy grave para todos los presentes.

Fue entonces cuando el sexto se volvió loco, tenía una mirada perdida, que buscaba algo que él nunca podría obtener, y empezó a gritarles a todos: — ¡Ustedes no sirven para nada! Son unas gallinas, tanto que hablan de asesinatos y de cómo se violaron a aquella familia, cómo los desmembraban, pedazo a pedazo, sin matarlos, haciendo todo tan lento y doloroso.— Como hablaba mucho, y no tenía tiempo de respirar el sexto se detuvo a inhalar un poco de aire y continuó. —Ustedes no tienen derecho a lo que tienen ¡Yo los creé! No pueden morder la mano quien les dio de comer por tanto tiempo, ¿y van a querer elegir a mi sucesor?— Desesperado, amargado y con la sangre hirviendo continuó expresando la superioridad que él creía tener sobre ellos. — ¿Qué se creen que son ustedes? ¡Yo soy su dueño! No, soy mucho más ¡Soy su dios! Y ustedes son mis putos títeres, que muevo a mi voluntad; nunca podrán con el peso que ejerzo sobre ustedes y nada ni nadie podrá impedirlo. —Luego de decir estas palabras, todos tenían ganas de matarlo, y aunque el discurso que tenía planeado la mente del sexto era mucho más largo, todos querían cortándole la lengua y colocándosela en su trasero, como hicieron con varios cabos sueltos.

El sexto seguía gritando, y en la habitación solo se podían notar dos cosas, la primera era su voz al chocar con las paredes, y la segunda eran las venas que mantenían un grado creciente en su cuello a causa de tantos gritos y esfuerzos de voz. Él pensaba que tenía a todos contra la pared y confiado no llevó guardaespaldas, no confiaba en nadie más que en él y por castigo divino, sería el peor de sus errores, uno de los que no podría arrepentirse. La puerta rechinó una vez más, y de esta salió un hombre con una chaqueta que le llegaba a los pies color negro, ojos destellantes, fornido, junto con un traje negro y una corbata carmesí; parecía que las sombras eran sus amigas, pero decidió salir a la luz y dominarlas como hizo con la oscuridad. Nadie se dio de cuenta que un intruso había entrado en la habitación; este se dirigió lentamente hacia el sexto que aún seguía con su gran sermón de dominación. – ¡Todos aquí son una porquería! Deberían aprender de mí, soy el hombre perfecto, no llevo ningún defecto marcado en mí, ninguna cicatriz de alguna lucha en mí hermoso cuerpo, y he batallado cientos de miles de ellas. —gritaba el sexto expresándose con un gran ego, el cual no duraría para toda la vida, porque su vida ya no le pertenecía.

Se le apareció un hombre alto a sus espaldas, y aunque fuera obvia su presencia, nadie lo notó, ya que estaban ocupados odiando cada vez más al sexto, que por ley de su organización no podrían matarlo así tan sencillo, Esta ley establecía, “Aquel que agravara a muerte a un perteneciente de esta mafia sería sancionado, siendo este un perteneciente de la misma categoría”. Mientras que la única forma de obtener su poder, es ser de una categoría menor y retarlo a un duelo donde sólo se permitía una navaja o las manos desnudas, o no ser perteneciente de ninguna de las mafias y matar al líder con presencia de testigos cortando su lengua, degollándolo y tallar su apellido en la frente del decapitado. Todos asombrados por la manera en que su estatura se distinguía de la del sexto (El sexto era un gordo no muy alto, pero con gran fuerza comparándolo con cualquiera), sobrepasándolo por una gran porción de tamaño. El quinto alzó la voz e interrumpió al sexto diciendo: —Creo que tu destino llegó a su fin. —Soltó una carcajada y terminó burlándose. —Querido sexto, nos vemos en el infierno, si es que ahí pueden aceptar tu avaricia por el poder. —Al terminar estas palabras, el sexto quedó desconcertado y pensó que el quinto se estaba volviendo loco por algo que no iba a pasar así tan fácil. — ¿Tú, te opones a mí? Tú quien más me necesitó. Eres una escoria más, pedazo de vejestorio. —dijo incrédulo de la palabra del quinto. Cuando el quinto iba a responder, el sujeto de negro saca una navaja de su bolsillo dentro de la chaqueta y destella por el filo que esta poseía. En ese entonces, de un momento a otro, el tercero le dice al quinto: —Da la vuelta pedazo de imbécil. 

Provocando que el sexto tratara de girar sobre su propio eje, pero como el sujeto alto estaba detrás de él, y muy cerca, no pudo. El hombre de los ojos destellantes al ver que el sexto se iba a voltear, lo agarra por el cuello con una mano y lo alzó; mientras que con su mano izquierda que tenía libre, conservaba su navaja.

En una mano tenía la navaja y en otra al sexto. Presuntamente, proclamado por él mismo, un dios quien nadie podría lastimar, porque las palabras no valen nada cuando las acciones demuestran lo contrario. El sexto se trataba de liberar de la mano del gran hombre, pero no podía; con sus dos manos tiraba de los dedos de la mano derecha y nada que podía apartar la mano del desconocido que parecía que cada vez más se encarnaba a su cuello. Fue entonces cuando decidió pegarle patadas y golpearlo al cuerpo; pero este no se inmutaba por esos golpes tan débiles, los cuales no se comparaban con los que recibió en miles de encuentros, donde el hombre misterioso guardaba cientos de cicatrices alrededor de su cuerpo, pero ninguna en su cara. El hombre de la corbata carmesí colocó su cuchillo en la boca y lo mordió para que no se cayera; acto seguido agarró al sexto con ambas manos y así pudo sostenerlo con la mano izquierda metiéndole la mano en la boca, agarrándolo como si estuviera exponiendo un pez que haya capturado momentos antes; manteniéndolo en el aire sin que pudiera colocar los pies en el suelo mientras que el sexto decía entre arcadas —Suel-ta-me, mal-dito.

Cuando estuvo cómodo el gran hombre de la gran fuerza que no aparentaba, agarró su cuchillo con la mano derecha y lentamente empezó a cortar el cuello del sexto; si se le preguntase a cualquiera de la habitación acerca de lo que sintieron cuando presenciaron esa escena única en la vida en primer plano, todos te dirán lo mismo “Fue horrible”. Aunque todos tengan mentes retorcidas, y todos quieran tomar el mando de la mafia de Montreal, solo una persona decidida, sin escrúpulos, justa, desalmada y con corazón podría tomar al toro por los cuernos, y este no era uno de esos pequeños y molestos toros, sino una manada de toros eufóricos y con ganas de ver sangre en cada pared de la ciudad. Lo que ellos menos imaginaban, pasó; alguien que solo habían observado por unos escasos minutos les había dado tanto pavor que hasta sus rodillas empezaron a temblar. Unos guardaespaldas guardaron sus armas mientras que otros las tiraban por miedo, los chillidos del sexto se oían por toda la habitación, pero no eran iguales a los gritos del sexto sin corazón que estaba lanzando al vacío cuando sermoneaba a todos; porque si se va al caso, nadie lo estaba tomando en serio y pronto le cortarían la lengua para que se callara, no le tenían respeto al jefe, ya que este era más palabras que movimientos, y si se resbalaba lo esperaría toda una bajada llena de púas que desgarrarían su cuerpo.
De un momento a otro, los ojos vacíos quedaron y el cuarto de sonidos carecía. El hombre alto, sabia de las leyes, parece que estaba esperando el momento adecuado para atacar y eligió el correcto. Cuando terminó de cortar la cabeza, el cuerpo cayó al suelo y metió su mano no por la boca, sino por la parte que cortó; sosteniendo la lengua con sus dedos la arranca de una sola jalada, alzó su mano derecha para que todos vieran la lengua y la guardó en su bolsillo frontal de la chaqueta, quizá para enmarcarla como trofeo, algo que haría el día siguiente; colocó la navaja en la mesa y sacó una más pequeña, que serviría para grabar su nombre en la frente del sexto.

Todos excepto el quinto y el tercero quedaron atónitos al ver tales imágenes y sonidos que sus mentes nunca olvidarían jamás. El hombre desconocido, el hombre de la corbata carmesí, el hombre que dominaría la mesa en una sola noche; estaba ahí, con su pequeña navaja tallando su apellido en la cabeza del sexto, letra por letra, observando su mirada desalmada, y al terminar dijo:

—Un hombre vale por las memorias de sus luchas, por eso tengo estas cicatrices en todo mi cuerpo, pero, nadie ha podido tocarme la cara. Y el que lo haga, lo mataré como nunca a nadie, en consideración por sus actos. —Luego observó la sala y se dio cuenta de una escultura en medio de la mesa, que tenía muchos picos filosos y como su objetivo lo pensó rápidamente y tiró la cabeza del sexto al aire apuntando directamente a la púa sobresaliente, la cual se encontraba en el medio de todas y de todos. Cayó la cabeza atravesando la parte trasera del cráneo y la punta de la púa salió por el ojo derecho, y en marcas de sangre se podía notar un apellido, el tercero muy curioso e interesado por el que sería su nuevo jefe, se levantó y se acercó a la cabeza del sexto. — ¡Bienvenido Di Rosso! Serás un buen líder, yo personalmente, siempre te serviré. —dijo el tercero con gran entusiasmo y haciendo una leve reverencia, que duraría un tiempo prolongado, donde todos se fueron uniendo hasta que aceptaron a su nuevo líder, realizando un saludo de respeto.

—Espero que estén preparados para lo que tengo planeado en sus vidas, y aunque querrán arrepentirse, no podrán. Porque terminaran como este bastardo. —dijo Di Rosso, señalando el cadáver del sexto. — ¡Ahora limpien esta basura!

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