miércoles, 8 de abril de 2015

Ojos Grisáceos [Capítulo VII]

----Capítulo VII “Acosando la verdad II Parte”----


Una mente llena de recuerdos vacíos, una noche complicada, calles frías amarradas a la soledad, un trabajo absurdo en donde debes hacer exactamente todo lo que manden, para conseguir agradarle a unos y darle razón a otros para odiarte.

Jazmín, una mente perturbada por sus parientes, busca su libertad en los lugares más extraños posibles… Pero para eso, tuvo que dejar su amor a un lado y poder encontrarla —Como personas diferentes, tenemos libertades diferentes— Así es como continua esta historia que parece tener un final feliz, dentro de todo lo que existe y existirá.

Luego de una breve charla, momentos incómodos y un tanto espeluznantes, Jazmín dice:

— ¿Por qué no entramos? —guiñó el ojo al terminar.

—Lo siento Jazmín, no vine por eso que tienes en mente, pero necesito de tu ayuda. —respondió él con un tono de voz un tanto impaciente.

—Ohh, mi querido Joshua se siente perdido sin mí. —contestó con una voz hilarante, pero luego de ver la expresión de Joshua un tanto molesta y dispuesto a acceder una de sus peticiones solo para jugar un poco con él. —Responderé cualquiera de tus preguntas, si y solo si me aceptas un baile privado, lo haré como nunca se lo he hecho a nadie, recordando los viejos tiempos... ¿Qué te parece hermoso? ¿Tenemos un trato? —sugirió con pertinencia en sus palabras, dando a entender que si rechazaba, no podía conseguir nada de su conocimiento.

— ¿En serio? ¿No quieres dinero mejor? ¿No fue suficiente con el beso? ¿¡Qué demonios quieres de mí!? —preguntó a Jazmín, muy angustiado.

— ¡Quiero todo! Como me acostumbraste. —protestó Jazmín a lo más importante de sus preguntas, cruzando los brazos. — ¡Dios! Está bien. —Agobiado, Joshua acepta las condiciones pero él quería marcar una también. — Solo tendrás veinte minutos, nada más ¿Estamos? —Exigió junto con palabras firmes.

Jazmín suelta una carcajada y negándole toda condición dijo:

— ¡Aquí no puedes gobernar! Yo soy la reina de este mundo y solo la reina tiene el poder de mandar en este castillo, vienes a mí únicamente por información y yo decido como será pagada cada una de mis palabras y no podrás rechazar, porqué sé que las necesitas. ¿¡Quedo claro!? Comandante de flota hecha con papel. —soltó un pequeño discurso acerca de cómo está distribuida la autoridad entre ellos.
Joshua con la cola entre las piernas y sin quedarle de otra, acepta aquel baile lleno de seducción propinado por parte de su desilusión, y contestó:

—Tú ganas, obtendrás lo que deseas, sin embargo me dirás todo lo que sabes, sino se acaba el trato en este momento.

—Que empiece el juego tesoro. —contestó con una voz de satisfacción.

Lo toma de la mano rumbo lugares exclusivos del bar pasando por medio de muchas personas que asisten a esas horas para calmar su insomnio y su mente depravada, y detrás de una puerta gris pasando la cortina de seda color marrón se encuentra el sillón verde oscuro donde Jazmín con un jalón, lanzaría a Joshua hasta caer sentado para poder disfrutar su espectáculo.

Sarah asombrada no podía creer lo que hacía Joshua, pero luego pensó en que ni conocía su nombre y se lanzó dentro de sus pensamientos una vez más para recobrar la calma. Poco después salió del auto, buscando las respuestas que inundaban su curiosidad.

Caminó por la acera llena de ilusiones marcadas por huellas de zapatos, borradas por el poco de lluvia que caía acariciando el viento de las calles y dándole un toque resplandeciente al ambiente en donde se encontraba ese bar de segunda mano muy frecuentado.

Cada pisada la aterrorizaba y le dolía —causa de su anterior caída—, pero estaba decidida a terminar con sus dudas de una vez por todas, no sabía que pasaría, ni mucho menos cómo reaccionar en situaciones desconocidas para ella.

Sarah se detuvo un momento en la entrada del bar, respiró profundamente prolongando cada paso, lo hacía cuatro segundos y pensaba:

—Inhalar… mantener… y exhalar. —Y aún en sus pensamientos —Inhalar… mantener… y exhalar—. Lo repitió dos veces más por estar muy nerviosa. Esto era una costumbre para ella, lo hacía cada vez que sentía no poder con la situación, y gracias a su abuelo por enseñarle esta técnica, pudo controlar más de una situación complicada en el pasado.

Detrás de las puertas de color verde, se encontraba un sujeto de seguridad muy fornido pero un poco gordo, llamado Victoreé Stroganoff ya que sus padres eran fanáticos de este estupendo platillo. Victoreé estaba distraído y empezó a pensar en sus problemas personales, tantos que se podría hacer otra historia con ellos.

Victoreé vagando profundamente en sus pensamientos, y no teniendo a donde mirar más que en una mosca posada en la pared. La compara con una mariposa en ese lugar tan inmundo, que en frente de una mosca, esta sería una preciosidad. Él estaba embelesado en sus alas, no podía dejar de imaginarse cosas, fue entonces cuando la mosca voló del lugar y se posó en una de las ventanas de la puerta, tomando en cuenta que había una preciosa mujer detrás de ella y se alistó para hacer su trabajo. Una colisión ocurrirá entre ellos.

Victoreé velozmente, con la poca caballerosidad que le quedaba, abrió la puerta segundos antes de que Sarah intente abrirla, suspendida por el asombro, tropieza con un pequeño muro que separa la calle del bar. Victoreé con unos pocos reflejos conservados de la marina, pudo atrapar a Sarah con la mano que tenía libre, salvándola de una segunda caída. Sarah apenada se desata de la mano de Victoreé y con la frente agachada camina hasta encontrar la zona principal. Donde se ubicaban sus dos barras de bebidas atendidas por bartenders extranjeros profesionales, y en medio de todo estaban las mesas junto a sus respectivas sillas, jaulas, mini escenarios, en fin… todo el material para que el show de strippers fuera endemoniadamente original e inolvidable.

Sarah no creía todo lo que veía, era un desastre para ella, mujeres por aquí, hombres por allá y otra clase de desconocidos para ella —transexuales—. Su pequeña mente inocente se paralizó al entrar en aquel salón, y alguien desconocido le toca el hombro y le dice al oído:

—Hola belleza, que tal si vamos a un cuarto. —dijo la voz que no parecía tener un género por definición.

Sarah se asustó, tapó sus ojos con ambas manos y empezó a correr por todo el lugar sin tropezar con alguien o algo… No le importó el dolor en su pie por ese momento de angustia y desesperación, a lo lejos se escucha un grito de advertencia hacia ella que dijo:

— ¡¡Cuidado con esa puerta!!

Sarah no atendió a la advertencia del extraño y estrello su cabeza contra la puerta gris de su camino, cayendo sobre sus posaderas sin lastimarse el pié. Sentada en el suelo, soba su frente del dolor que le causo su desesperación; ella no aguantaba más estar en ese obsceno lugar, pero su intriga se encendió como la cerilla de un fósforo al pensar rendirse, sin ningún motivo aparente, quiso esforzarse para conseguir lo que se propuso desde un principio.

Sarah frustrada, empezó a buscar donde sea, y decidió probar con la primera puerta gris que estaba en frente a ella… Poco a poco fue abriendo la puerta, y mientras hacia eso, su corazón latía mucho y cada vez aumentaba su ritmo, en su pecho se sentía como si martillos golpeaban con esmero. Al abrir la puerta gris, se encontró con una larga cortina de seda amarilla que no dejaba ver mucho detrás de ella solo dos siluetas bochornosas haciendo cosas privadas en un lugar público; Apartó la cortina y observó algo nunca antes imaginado por ella.

— ¿Cómo suponer que una mujer pueda estar en ese tipo de posición frente a un hombre? —pensó Sarah con una cara en estado de trauma, pero totalmente decidida.

Sarah salió en seguida de la habitación, se encontraba con tanta confusión y entró en un estado muy al sur de lo norte que era ella, quizás era por alguna clase de fármacos administrados que perdía la conciencia poco a poco y aunque se arrepintiera en medio de su búsqueda, no pararía hasta encontrar la verdad. Intentó nuevamente con otra habitación, pero esta vez presentía que esta vez no iba a equivocarse, abrió despacio la puerta y al pasar tras la cortina de seda color marrón, observó la silueta de Joshua, detrás de una persona desconocida en medio de un baile erótico que hacía para él.

Sarah enojada, corre en dirección a Jazmín buscando malograrla físicamente. Y en un acto de locura —nunca había sentido celos por alguien— la toma por la cabeza y hala fuertemente para descubrir su cara y dijo:

— ¡Quítate de él perra! —gritó Sarah eufórica.

Con el gesto de halar, desprendió la peluca que llevaba incrustada en la cabeza, descubriendo una extensa y hermosa cabellera dorada.

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