domingo, 5 de abril de 2015

Ojos Grisáceos, [Capítulo I]

Ojos Grisáceos

Una historia que reflejará el amor y la desesperación de una manera diferente. Esperanzas perdidas, dos vidas totalmente opuestas y un charco de realidad bañada en ficción es lo que hace de ésta una buena historia, por así decirlo, que puedas disfrutarla tanto como yo lo hago escribiéndola.


----Capítulo I "Ojos Grises"----


Y a eso se resumió todo, una vida larga de mentiras y esperanzas que llevan hasta la muerte ¿pero que tiene eso de diferente a las buenas vidas? todas van al mismo lugar, quizás unas serán enterradas más profundo en la tierra y otras simplemente serán quemadas, pero sus almas, creencias, habilidades, costumbres y promesas vacías quedaran con nosotros. Nos dolerá profundamente, pero no por eso nos quedaremos atrás, eso nos lo enseñó nuestro padre: a creer en nuestros sueños y a nunca dejarlos, pero no todos los padres son así, algunos enseñan las cosas por las malas, dejándonos caer en el precipicio de la duda; haciéndonos saltar al abismo sin fin, que llamamos vida, dejándonos juzgar las situaciones que en nuestra vida presenciaremos, evitando culpar a los demás de nuestras acciones.

Esta historia comienza un jueves gris, una lagrima riendo y una sollozante sonrisa. En esa mañana eterna, se dirigía un hombre con el propósito de conseguir lo que despertaría su día, pero se encontró con algo mejor. Caminó dos cuadras rectas y cruzó a la tercera, justo en una esquina se encontraba un letrero lo suficientemente grande para dar a conocer una nueva cafetería en la ciudad; desde el otro lado de la calle se observaba a la persona encargada de servir el café, estaba un poco sola dado a que los demás empleados estaban en la parte de atrás acomodándose para empezar su tediosa jornada con una sonrisa falsa y con una gran disposición para conseguir lo que planean en sus vidas... Y ahí estaba ella, tan suave como una pluma rasgando la carne del viento.

—Quisiera surcar los cielos como si fuera un ave libre y pensar solo en mi existencia al vivir tranquilamente esparciendo mis alas. —pensó Sarah.

Resulta que ella estaba en el trabajo perdida en su cabeza y la interrumpe un caballero vestido con impecable traje negro, que le dice: «Disculpe señorita, ¿me hace el favor?», con un tono bastante educado.

Sarah trabajaba medio tiempo en la cafetería de la esquina para pagar sus estudios, ella quería ser fotógrafa desde niña, al ver la última foto tomada por su difunto abuelo de aquel árbol oscuro, representando todo lo que le gustaba a él en sus tiempos de vida. Tenía la mentalidad de encontrar los lugares que la identificaran y guardarlos para siempre en su álbum de fotos, para dárselo a su primer amor. Sarah vuelve en sí, da un salto de sorpresa y contesta: «Disculpe señor ¿en qué podría servirle?», Sarah estaba muy seria, a pesar de acabar darse cuenta de que alguien la había sorprendido.

—Quisiera un café doble y poder admirar la sonrisa que escondes detrás de ese labial gastado. —contestó él, acompañando sus palabras con una sonrisa adorable. —La cabeza de Sarah iba a estallar por el halago de aquel caballero con sus ojos grises y cabello castaño—.

Sarah se topó con lo que más necesitaba en su vida, sin embargo ninguno de los dos se dio cuenta de aquello que la vida les había regalado, una oportunidad. Sin pesarlo, sus vidas serían atadas como nudos a un bote salvavidas y se le otorgaría el honor de ser dos almas gemelas hechos el uno para el otro, pero todo llega a su momento, no hay que adelantarse ni un paso.

—Lo siento señor, sólo puedo darle el café, nuestra política no permite realizar ese trato. —dijo ella.

—Bueno, está bien. Algún día te robare una sonrisa, lo prometo. —contestó con una indescriptible determinación en los ojos, los cuales decían que no se escaparía tan fácil de él.

Sarah entrega el café y pronuncia las últimas palabras de ese momento:

—Aquí tiene su café señor, —cobra el café en 1,99$—. Gracias por su compra.

—Muchas gracias, ¡nos veremos pronto! —respondió con una sonrisa pícara.

Ese día, ella sintió que algo en su vida había cambiado, pero no sabía que le esperaba para el futuro y angustiada de si era bueno o malo. Sólo quería llegar al final del día en una pieza.

Cuando salió del trabajo, lo primero que hizo fue sacar su cámara fotográfica y fue al parque mientras aún había luz. Siempre iba para allá por las tardes cuando la situación la dejaba; Ella no era de esas con falsos amigos o salir mucho a fiestas, todos les fallaban y no quería vivir angustiada con el propósito de completar su sueño.

—La belleza de Sarah no se podría describir en un solo párrafo, se le tendría que imaginar para hacerla perfecta a su manera, porque la perfección fue creada en todos y cada uno de nosotros—

Ese día no era frió ni caluroso, simplemente era especial. Ella respiraba como nunca lo había hecho, el aire era magnífico y había restos de lluvia en el suelo por donde veían sus hermosos ojos verdes, parecidos a un valle con un sol alrededor de la pupila con un maravilloso color naranja. Sarah caminaba por el parque observando todo a su alrededor, como si fuera una niña de cinco años en una juguetería de muñecas con sus respectivos accesorios limitados, más ella no buscaba diversión, quería paz en este mundo que nadie puede cambiar pero se adaptan a él y los que no, mueren; ya sea para ser alguien más que vive de sueños o los que deciden quitarse la vida por cuenta propia.

De pronto se encuentra con aquel hombre que llevaba el traje negro haciéndolo más fornido de lo que es. Apresuradamente saca la cámara para captar ese momento. Él estaba sentado en la raíz expuesta de un gran árbol bastante oscuro, era uno de sus lugares preferidos, se hacía de noche y aún estaba embelesado desde la mañana en el resplandor de luz que vio en la mirada distraída de la chica que atiende la cafetería buscando la respuesta de su descontento con la vida, queriendo ser parte de ella y repararla poco a poco a costa de su propio corazón, entonces escuchó el sonido del flash de una cámara a unos quince metros detrás de donde él estaba, cuando voltea ve su anhelado sueño de segunda vista.

Sarah estaba intentando ajustar la cámara que compro con algún dinero que había ahorrado, aunque sabía que no era la mejor, era perfecta para aprender en ese momento. Aquella escena era perfecta; Aquel hombre de traje estaba sentado, distraído y con una pose seriamente interesante (quizá le estaba dando muchas vueltas a un tema)... Decidió aprovechar las circunstancias del lago y el poco sol que le brindaba en el atardecer, para capturar lo que sería una de sus mejores fotografías.

Luego de tomar la foto, los dos estaban asombrados y quedaron mirándose fijamente aproximadamente unos siete segundos; él había volteado y ella apartó la cámara para verlo. Y aunque no lo pareciera, este fue el comienzo de una nueva historia llena de circunstancias increíbles, llevando peligros a una vida que necesitaba amor.



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