domingo, 5 de abril de 2015

Ojos Grisáceos. [Capítulo III]

----Capitulo III "Un giro inesperado"----


Y allí estaban los dos juntos, resolviendo su primer problema. Quizás la vida les tendió una trampa para que se encontraran en ese parque y en esas circunstancias. Joshua aún seguía de camino a la casa de su amigo junto con Sarah en su espalda, parecía inconsciente, aunque no le había pasado nada del otro mundo, y entonces fue cuando Joshua se percató de que no sabía el nombre de la mujer que llevaba cargada a su espalda.

— ¡Señorita!, ¡Ey!, ¿está dormida? —preguntó Joshua.

— ¿Ahhg? —Despertando de su estado de coma— ¿Qué-qué, co-cómo?, ¡yo no estaba dormida!, no te creas —contestó Sarah un poco desconcertada.

—Tranquila, entiendo, estaba pensando que… —intentó preguntar, pero dudó.

— ¿Qué estabas pensando? —replicó Sara, suele ser muy curiosa. —Es que, aún no sé su nombre…

—dijo Joshua un poco apenado.

Joshua tenía ganas de dar el primer paso hacia ella en cuestión de conocerla y dadas las circunstancias podía preguntar alguna que otra cosa, según su conocimiento acerca de este tipo de situaciones —aunque solo por leer un libro que compró en la esquina, pero nadie le quitaba el mérito de no saber—. Deteniéndose en medio de la acera por donde iban caminando a casa de su amigo —como se refería él a Cole Fox, apodado dedos mágicos, por su gran capacidad de curar a un paciente—, él titubeo un poco al principio pero cerró su mano derecha con fuerza y tuvo el valor suficiente como para preguntarle cómo se llamaba y así lo hizo, lo que él no sabía era que le esperaba a la vuelta de la esquina.

—Está bien, te lo diré, es lo menos que puedo hacer, además debemos presentarnos mutuamente porque no solo tú debes saber mi nombre, quizás pueda usar el tuyo para denunciarte con la policía, claro, si haces algo indebido.
Aquellas fueron las palabras que encendieron el motor de un Fiat Freemont V6, que pacientemente esperaba cautelosamente en la esquina vigilando a su objetivo como si cazaran leones enjaulados, o eso creían ellos.

Joshua: Está a punto de hacerlo, va a decir su nombre, lo sé. Teniendo sus rosados pedazos de carne en mi punto ciego, suspirando un aire de melancolía que tiene mi corazón desesperado. Cada segundo que paso pegado a ella mis pensamientos no paran, mi mente se hace trizas ¡no lo soporto!; no sé de dónde viene, ni a dónde va, por lo tanto quiero saber si es bueno para mí estar con ella, y aunque la verdad sea cruel siempre estará el lado positivo de las cosas.

Se asoma una camioneta negra bastante sospechosa por la esquina mientras que Joshua medio desprevenido, advirtió las auras del momento y analizó como pudo la situación. Esta no era nada fácil porqué tenia a cuestas a Sarah en su espalda, sin embargo no la dejaría atrás.

Así fue como la camioneta fue en la búsqueda inmediata de su objetivo, que era nada más y nada menos que un miembro de la mafia italiana “Montreal” que está fuera de las cinco más conocidas pero su importancia no era menor. Joshua Steele Di Rosso, uno de los sujetos más importantes de su familia, quizás no el mejor en su trabajo, quizás no pueda torturar o matar a alguien, pero ayuda a su familia como el frío calculador de situaciones inesperadas, era una de sus mayores características. Él nunca ha estado con mucho de lo que ha hecho en su vida, pero nunca se ha arrepentido de nada y jura no arrepentirse nunca; ya que solo son pensamientos vacíos que se guardan en un espacio valioso.

Joshua ya se había enterado que era lo que pasaba, iban a por él, y él debía escapar a toda costa, porque no llevaba un paquete esta vez, sino a alguien que sería especial para él, mucho más de lo que ya era. Empezó a correr y Sarah empezó a preocuparse un poco.

— ¿Por qué estás corriendo? ¿Por qué hay tanta prisa?, me duele mucho el tobillo, por favor, ¡para! ¡Ya! —dijo Sarah confundida.

— ¡No es tiempo de hablar! luego te explico —contestó Joshua como pudo entre el jaleo.

Sarah por el dolor no quería entender, quería que la bajara sea como sea y empieza a gritarle en el oído — ¡Ey!, ¿no escuchas?, ¡te dije que me bajes!

En ese momento Joshua casi pierde el equilibrio, pero gracias a su gran determinación no cayeron juntos y respondió:

—Oye cálmate, estoy tratando de salvarnos, ¿acaso no ves aquella camioneta que se dirige hasta nosotros?

Joshua: Y ahí fue, cuando me di cuenta de que nunca debes pedirle a una mujer que se calme, aunque se trate de salvarla. Es como bañar a un gato con agua fría, a nadie le gustaría bañar a un gato en esa situación.

Sarah: Ese idiota cree que me va a engañar para llevarme a lugares raros, ¡pues no me dejaré!, aunque no puedo zafarme de él, ay…si no fuera tan fornido. ¿Por qué demonios estoy pensando en eso ahora? tengo que pensar en algo para zafarme de él.

Fue entonces cuando ella golpeó la cabeza de Joshua, mordió una oreja y lanzó un golpe a sus piernas presionando un botón de emergencia que él guardaba cerca del bolsillo derecho del pantalón, pero él no podía ceder a sus abusos, nunca en su vida le había pegado a una mujer, lo pensó en este caso para defenderla, o mejor dicho, protegerla, pero no la golpeó. Se acordó de algo que tenía guardado; metió la mano dentro de su bolsillo y sacó una jeringa con un sedante lo suficientemente fuerte para calmar a una persona, lo que le hizo efecto pero no tanto como esperaba. Ella seguía jadeando y tratando de zafarse sin efecto alguno. Él no tuvo más remedio que inyectarle otra sedante, ya que este no era peligroso, quedó rendida y mucho más pesada, haciendo un gruñido de esfuerzo cuando sintió el peso muerto de ella; aunque no era mucho, para correr velozmente, marcaba la diferencia.

Desesperado, Joshua vio un callejón donde sabía que podía escapar y llegar directamente hasta donde se encontraba su amigo, que esperaba en una casa segura. Corriendo a más no poder, con una mujer terca, hermosa y desesperada, lo seguía una camioneta todo terreno con los vidrios blindados. De repente, bajan sus vidrios y salen unas MP5 de la camioneta, disparando a lo que se moviera, pero sin dar en el blanco ninguna vez. Cuando Joshua dobla la esquina para escapar, le roza una bala en el muslo derecho, pero como ya estaba familiarizado con el dolor y sus esperanzas no le dejaban rendirse en ese momento, alcanzó como pudo un pasadizo que estaba escondido debajo de unas cajas que parecían de acero, pero eran de madera; ¡qué raro que nunca nadie tropezó con ellas! pensó, y abrió la escotilla para bajar por la escalera. Hacia todo como si fuera a morir —es que en realidad podía a morir—, pero escapó como pudo, faltándole solo veintisiete pasos hasta la entrada de la casa segura donde se encontraba Cole Fox, un nombre extraño, se lo cambió cuando llegó de Italia para confundir, antes se llamaba Nicky Romano.

Con la mente cansada, una mujer inconsciente, muchas dudas en su cabeza y una herida por roce de bala. Joshua continuó en la búsqueda de Nicky para poder descansar y cumplir con su palabra de ayudar a aquella mujer extraña.

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